Por otra
parte, es surrealista suponer que Estados Unidos, la primera potencia
nuclear del planeta, un país que por más de 100 años perfora y explota
en gran escala pozos petroleros y que en 1882 organizó la Standard Oil,
acepte consejos de sus competidores rusos, mucho menos que asuma la
sugerencia de realizar una explosión nuclear en el golfo de México para
cerrar las fugas del hidrocarburo, eventualidad que obviamente debería
consensuarse con México y Cuba que comparten la soberanía de las aguas
del golfo.
En el peor de los escenarios,
suponiendo que la fuga no pudiera ser controlada y manara combustible
hasta que la veta se agotara por surgencia espontánea, pasarían años
antes de que llevada por la Corriente del Golfo las emanaciones
alcanzaran latitudes rusas a la altura de la ciudades de Múrmansk y San
Petersburgo, puertos rusos del Círculo Polar Ártico, que no se congelan
gracias al calor que les llega desde el Golfo de México.
La
Corriente del Golfo está formada por una masa de unos 80 millones de
metros cúbicos de agua por segundo que a unos 25˚ de temperatura fluye
en el sentido de las manecillas del reloj desde el Ecuador y que en
diferentes tramos oscila entre 80 y 500 kilómetros de ancho y una
profundidad de 100 a 800 metros. En su el curso atraviesa el estrecho de
La Florida, circula frente a Terranova, llegando al occidente de Europa
por donde arriba a las latitudes árticas. En su andar la Corriente del
Golfo de México interactúa con vientos y diversos fluidos marinos
operando como un regulador del clima global de suma importancia para los
países ribereños del golfo y del mar Caribe.
Por
los volúmenes de agua, más de 100 veces superior a todos los ríos de la
tierra juntos, la elevada temperatura y la velocidad a que circula la
Corriente del Golfo, es un colosal generador de energía que pudiera ser
alterado por cambios climáticos. La idea de que un enfriamiento,
desaceleración o paralización de esa Corriente, fenómeno dantesco con el
que se ha especulado pero del cual no existen evidencias, enviaría a
Europa Occidental de regreso a una virtual “edad de hielo”.
En
cuanto a los testimonios atribuido a expertos rusos sobre fracturas en
el fondo del Golfo de México, especialistas consultados y búsquedas
realizadas en la literatura no muestran antecedente de que una
explosión, ni siquiera las gigantescas detonaciones nucleares de la
Guerra Fría hayan provocado efectos semejantes. Lo mismo ocurre con la
especulación acerca de un eventual desplome del fondo marino como
consecuencia del vaciado del yacimiento de petróleo, juzgado como
impensable debido a que, en la medida en que del depósito natural sale
petróleo entra agua, por lo cual la formación de un vacio no es posible.
Al
margen de lo extraño de que BP haya llamado en primera instancia
expertos rusos con vehículos subacuáticos del tipo MIR 1 y MIR 2 que
pueden conducir tripulaciones hasta 6000 metros bajo el agua, lo más
significativo es la presunta revelación de que Estados Unidos exigió de
los especialistas rusos el compromiso bajo firma que les prohibía
reportar sus hallazgos a ningún medio, cosa que, de ser cierta, pudiera
implicar a autoridades en el escamoteo de informaciones a la opinión
pública y al Congreso sobre la mayor tragedia ambiental ocurrida en el
país.
En cualquier caso, a dos meses de la
explosión de la plataforma Deepwater Horizon, propiedad de la empresa
petrolera británica British Petroleum, que opera con licencia
estadunidense en aguas bajo su soberanía económica, la tragedia ha
rebasado ampliamente los supuestos iníciales, convirtiéndose en el mayor
desastre ecológico relacionado con el petróleo ocurrido en el mundo y
que representa una amenaza catastrófica para una región, parte de cuya
economía está ligada al turismo y la pesca y al mar.
Para
muchos, BP ha tenido tiempo suficiente para tratar de administrar la
crisis y mostrar su incapacidad para detener la fuga de petróleo, por lo
cual quizás haya llegado el momentos en que el gobierno norteamericano
asuma totalmente sus responsabilidades y se emplee a fondo en la
solución del problema creado en el Golfo de México que pudiera alcanzar
dimensiones planetarias.
En ese caso, es
probable que sea el momento de convocar una especie de conferencia que
involucre en primer lugar a México, a Cuba, otros países ribereños,
naciones del mar del Norte e incluso Rusia, donde abundan los ingenieros
y técnicos con experiencia en explotaciones petroleras del tipo de la
colapsada.
A diferencia de otros debates
recientes sobre temas ecológicos y cuyos contenidos académicos o
teóricos, aludieron situaciones desastrosas futuras, el derrame en el
Golfo de México no es del tipo de evento que Al Gore pudiera contar al
estilo de Hollywood y ganar un Oscar, sino una terrible realidad que ya
arroja consecuencias que demorará décadas reparar.
Ver también:
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/06/tragedia-en-el-golfo-una-carta-rusa.html
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