Cuándo y porqué comenzó la
bancarrota de la salubridad pública. Qué pito tocan las Isapres y quién
gana con las concesiones hospitalarias. Cómo la dictadura, la
Concertación y Piñera han convertido el derecho a la salud en un negocio
privado y antipopular.
Entre 1952 y 1981, el sistema nacional
de salud contaba con cobertura universal, gratuidad, y era completamente
financiado por el Estado. En la madrugada de la década de los 80, en
plena dictadura militar y promovido por José Piñera,
hermano de Sebastián, Pinochet fragmentó
el sistema sanitario, contrajo brutalmente la inversión pública en
salud y creó los Institutos de Salud Previsional (Isapres).
DEL ORIGEN DE LA SEGURIDAD
SOCIAL A SU DESCALABRO
Después de la Segunda Guerra Mundial se
originaron diversos sistemas de salud en todo el planeta con el objetivo
de lograr la cohesión social y amortiguar la lucha de clases. En
Francia, la Asamblea Consultiva Provisoria estableció el 5 de julio de
1945 que la seguridad social “responde a la preocupación de liberar a
los trabajadores de la incertidumbre sobre el mañana (…) que, genera
entre ellos, un sentimiento de inferioridad, fundamento de la distinción
de clases entre los propietarios, seguros de sí mismos y de su futuro, y
los trabajadores, sobre quienes pesa, en todo momento, la amenaza de la
miseria”.
El principio escrito de “derecho a la
salud para todos” condujo a la creación de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) en 1948. Y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo
ratificó en 1978. Claro está que como una muestra de buenas intenciones
únicamente.
Ya en 1883, el canciller alemán
Otto von Bismarck, sobre un modo de producción fundado en la
industrialización generalizada y por razones militares, inauguró la
seguridad social con el fin claro de garantizar obreros y trabajadores
sanos para enfrentar las duras condiciones de las labores fabriles y se
afectara lo menos posible el rendimiento del trabajo. También para
contar con soldados duraderos. Sin embargo, lo que en un principio fue
una medida tendiente a disciplinar y asegurar la producción y la
ganancia capitalista, luego se constituyó en una conquista de los
propios asalariados mediante la lucha social y política.
No obstante, las iniciativas y logros
que cimentaron la seguridad social y la salud pública en buena parte de
mundo, y, por tanto, las bases del llamado Estado de Bienestar,
sufrieron una estratégica involución desde la década de los 80 del siglo
XX. Tal es así, que en el informe de 2008 de la OMS se afirma que “las
políticas de ajuste estructural -impulsadas por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial- han hecho tambalear seriamente el
sistema de salud pública; la brecha entre la oferta de la atención
privada y pública se profundizó.” Y añade que “la mercantilización no
regulada de los sistemas de salud los hace muy ineficaces y muy caros;
acentúa las desigualdades y lleva a una atención de calidad incluso
hasta peligrosa”.
Ocurrió que los denominados “25 años
dorados” del capitalismo habían llegado a su fin. Una violenta crisis de
sobreproducción en los países centrales a principio de los 70 (asociada
al precio del petróleo, energía madre de la economía mundial) comenzó a
limitar paulatinamente las garantías sociales de los Estados europeos y
de Estados Unidos con el objetivo de que el capital recuperara su tasa
de ganancia. El mismo fenómeno dio pie a las privatizaciones de los
recursos naturales, industria y derechos sociales, como la salud; y a la
financiarización mundial. Ahora sólo el que puede pagar tiene la salud
asegurada. El mercado sin cotos significa que se prestan los mejores
servicios sanitarios al segmento social que pueda costearlo, y el
sistema público –con menos recursos y que está obligado a atender a la
mayoría de la gente- queda para todos los demás.
LAS ISAPRES
En Chile, un 73 % de de la gente
pertenece al Fondo Nacional de Salud (Fonasa), un 17 % a Isapres, y un
10 % a ninguno de los dos. Para Fonasa se descuenta el 7 % del
cotizante, por planilla o voluntariamente, y para Isapres, como piso, un
7 %, pero en la realidad, sumando los co pagos, adicionales y otros,
la administración privada cobra entre un 10 % a un 14 % del salario.
Según el Doctor en Economía,
Camilo Cid, “cuando la contribución (o prima) está restringida a
los que tienen recursos para pagarlas y no hay regulaciones del mercado
privado (Isapres), se generan incentivos a la selección de riesgos.”
Cid afirma que la selección de riesgos es un grave problema en Chile y
causa inequidad en el acceso a la salud porque promueve la segmentación
de los beneficiarios, atenta contra el principio de solidaridad y es
socialmente ineficiente.
Con la selección, los planes que venden
las Isapres (seguros privados) ajustan las primas según el costo
esperado del individuo, y llegado el momento, el individuo no paga dicha
prima y es expulsado de la isapre.
Camilo Cid concluye que está “demostrado
que en un mercado competitivo de seguros de salud, sin regulación (como
el chileno), las primas asociadas a riesgos serán altas para los
adultos mayores, para enfermos, mujeres en edad fértil y familias
numerosas, y menos caras para los jóvenes, los solteros y para las
familias pequeñas.”
A las Isapres no les interesa atender a
las personas de alto riesgo, como a los enfermos crónicos, gente con
dolencias preexistentes y, naturalmente, a trabajadores de ingresos
bajos y medios, o a pobres.
Para Chile, un sistema privado de salud
que sólo se basa en la edad y el sexo (y no en las enfermedades reales,
por ejemplo) no sirve, porque considera muy “pocos factores relevantes
del paciente”, dice Cid.
En buenas cuentas, las Isapres son
caras, poco eficientes, no hay libre elección (debido a las
preexistencias o a los clientes cautivos por la edad), son
discriminatorias y antisociales. Eso sí, resultan un excelente negocio
para sus propietarios.
Como si no bastara, los altos co pagos y
gastos de bolsillo de la población por atenciones médicas, en
cualquiera de los dos sistemas, es de 33 % según la Superintendencia del
sector.
LAS CARENCIAS
En 1979, el régimen militar, mediante un
decreto ley, sentó las bases del actual Sistema Nacional de Servicios
de Salud (SNSS), y el Fondo Nacional de Salud (Fonasa). En 1980, la
dictadura trasladó los consultorios primarios de salud a las
municipalidades, entregándoles también su propiedad y bienes. Y junto
con la creación de las Isapres, las medidas de Pinochet estuvieron
orientadas a la privatización total del sistema de salud.
Recién el 2004 se estableció la Ley de
Autoridad Sanitaria y Gestión, Auge, que creó un sistema de garantías
explícitas de acceso financiado para una “canasta” que hoy cubre 56
enfermedades. No obstante, la reforma de la Concertación no innovó en
relación a los consultorios de atención primaria, los cuales todavía
dependen de los municipios. Ello se traduce en que la mayoría de las
comunas del país, que son pobres, tienen una salud primaria deficiente.
Asimismo, existe una abierta discriminación entre los pacientes Auge y
los no Auge; y se ha revelado la falta de camas y de recursos humanos.
De hecho, en la Atención Primaria de Salud falta el doble de médicos
para cubrir la demanda; el 40 % de los doctores llega apenas al año en
los consultorios públicos, y el 60 % no supera los 3 años de antigüedad.
Progresivamente, el mayor número de médicos del país se concentra fuera
del sistema público. Y la tendencia se incrementa cuando los doctores
se especializan.
Asimismo, existen significativas
falencias en especialidades como Medicina Intensiva, Geriatría,
Anestesiología, Imagenología, Oncología; y en los hospitales públicos se
carece de, por lo menos, 600 enfermeras en las Unidades de Cuidados
Intensivos.
En Chile hay 183 hospitales (59 de alta
complejidad, 24 de mediana complejidad y 100 de baja complejidad); 7
centros de diagnóstico y tratamiento; 4 centros de referencia de salud; y
1.805 establecimientos en la atención primaria de salud. En materia
hospitalaria, la Concertación terminó 14 hospitales, dejó 14 en etapa de
ejecución de obras civiles; 8 en etapa de licitación de obras civiles; y
8 en etapa de desarrollo de proyectos.
En 2009 el número de camas disponibles
era de 26.202 (2 por cada mil beneficiarios). Ahora bien, luego del
terremoto del pasado 27 de febrero, 25 hospitales quedaron severamente
dañados; 7.147 camas terminaron inutilizadas y otras 9.339 deben
repararse.
En la actualidad, el sistema de salud
público, parcialmente privatizado, atiende al 73 % de la población
chilena, mientras la minoría (17 %) ocupa las privadas Isapres. El
porcentaje restante corresponde a funcionarios de las FF.AA que tienen
un sistema propio.
CHILE GASTA MUY POCO EN SALUD
De acuerdo al informe de la OMS de 2009,
la inversión en salud de Chile cayó a 5,3 % del PIB en 2006 respecto
del 6,2 % que registraba en 2000. Sin embargo, el promedio global es de
un 8,7 %, y dentro de Latinoamérica, Chile está en el lugar doce, bajo
Argentina y Nicaragua.
La mayor parte de la inversión pública
sanitaria se explica por la inversión privada que retrocedió a 47,3 % de
la inversión total, desde 51,3 % que comportaba a comienzos del
milenio. La inversión privada corresponde a las Isapres que atienden a
un 17 % de la población. Por el contrario, el aporte del gobierno a la
inversión total en salud, aumentó desde 48,7 % a 52,7 % en el mismo
período. Pero la inversión fiscal está destinada a atender al 73 % de
toda la población. Además, los chilenos están distrayendo un promedio de
689 dólares al año al pago de exámenes, consultas, hospitalización y
medicamentos –el promedio mundial es de 716 dólares-.
LOS TRABAJADORES
Según el presidente de los trabajadores
de la salud, agremiados en la Confenats , Roberto Alarcón,
los gobiernos de la Concertación , y en especial el de Ricardo
Lagos, “Se resumió en meterle plata de todos los chilenos a los
privados. También creó convenios para que se atiendan pacientes
privados dentro de los hospitales públicos. Eso está ocurriendo ahora,
más allá de las concesiones. Hoy la atención de salud ya está
privatizada. Los médicos trabajan unas horas en los hospitales en la
mañana, y todo lo que no alcanzan a hacer temprano, lo realizan en la
tarde dentro del mismo hospital, pero con pacientes privados. Sus
contratos son de 22 horas, no de 44 con el hospital público. Y el
hospital presta toda la infraestructura y el equipamiento para el
servicio a particulares.”
¿Y el Plan Auge?
“Los empresarios aplaudieron a Lagos por
el famoso Plan Auge, porque la derecha sabe que el sistema público no
está en condiciones de atender esa canasta de prestaciones debido a que
los especialistas son los mismos en el sector público que en el privado.
Además, como sólo las prestaciones Auge están financiadas, únicamente
si la enfermedad de la persona está en la canasta, se le atiende. Pero
la persona cuya dolencia no está en el Auge, aunque llegue muriéndose,
no se le atiende porque no le significa plata al hospital. Esa es la
persona que lleva esperando dos o tres años para ser atendido (600 mil
casos).”
¿Y qué pasa con la mal llamada
“autogestión” de los hospitales?
“Con la ley de 2009 los 56 hospitales de mayor complejidad (El Salvador, Barros Luco, Exequiel González, Félix Bulnes, Roberto del Río, San José y todos los hospitales cabecera de regiones) se deben “autogestionar”, es decir, se convirtieron en empresas. El director del hospital ahora es un gerente que debe cumplir con ciertas metas por las que es evaluado permanentemente. Entonces debe producir con los propios enfermos. Esa es su materia prima. Si no, se cierra el establecimiento. Ya la salud dejó de ser un derecho social.”
“Con la ley de 2009 los 56 hospitales de mayor complejidad (El Salvador, Barros Luco, Exequiel González, Félix Bulnes, Roberto del Río, San José y todos los hospitales cabecera de regiones) se deben “autogestionar”, es decir, se convirtieron en empresas. El director del hospital ahora es un gerente que debe cumplir con ciertas metas por las que es evaluado permanentemente. Entonces debe producir con los propios enfermos. Esa es su materia prima. Si no, se cierra el establecimiento. Ya la salud dejó de ser un derecho social.”
Roberto Alarcón enfatiza que el actual
sistema de concesiones hospitalarias que comenzó con la Concertación , y
que Piñera profundiza, aprovechando los efectos del terremoto, “no sólo
es una cuestión de poner los ladrillos, sino que según la ley votada el
15 de enero de 2010, los privados pueden meterse en la administración
de los hospitales. Es decir, los privados están facultados para hacer
funcionar el hospital; contratar gente; vender servicios; decidir
cuántas camas van a particulares y cuántas a pacientes públicos. Además
las empresas exigen encargarse de los servicios de lavandería,
alimentación, laboratorio, farmacia, etc. Y de ahí a que se tomen toda
la parte clínica hay un paso. Eso es lo más delicado.”
El sistema de salud público en Chile
está en riesgo desde hace tiempo. Sin embargo, ahora mismo vive horas
cruciales con respecto a su sobrevivencia o su definitiva privatización.
fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/06/26/la-privatizacion-a-la-orden-del-dia-la-crisis-de-la-salud-en-chile/
No hay comentarios:
Publicar un comentario