"¡Habría
que matarlos a todos!"; "¡No se puede vivir más en este país!"; "¡Pena
de muerte!"; "¡Bajen la edad de imputabilidad!"; "Somos el país más
inseguro del mundo"; "No se puede caminar solo por la calle sin que lo
asalten"; "¡Policía asesina!"; "¡Justicia para Dieguito, Sergio y
Nicolás!". Los bandos enfrentados son nítidos y unívocos. La foto de
Alejandra, de los policías orinados por un manifestante, es todo un
tratado de sociología.
Pero ocurre que los
muchachos pobres se enfrentan también entre sí y la policía dispara a la
cabeza y no a las piernas. Y los policías en general son hermanos de
clase de sus víctimas y las víctimas son explotadas por los policías
porque, al ser menores de edad, muchos son inimputables. O actúan bajo
amenaza. O son delincuentes por resentimiento. Y les espera la nada o el
infierno carcelario.
Todo ocurre allá arriba
donde "la gente" nunca va. Donde hay seres diferentes que inspiran odio y
miedo a la burguesía del centro, que sólo piensa en la mala impresión
que la violencia de los pobres causará en los turistas. Si tiene mucha
suerte, alguno de esos pobres podrá encontrar trabajo de mozo en un
restaurante, donde le permitirán graciosamente comer las sobras. Si no,
vivirá "allá arriba" y –él también– tendrá miedo de sus vecinos.
Porque
no son bondadosos ni delicados. Tampoco lo son en su propio medio; hay
bandas rivales que hacen la vida aún más difícil a sus propios hermanos y
cuyo único enemigo común es la policía. Una policía que, a su vez,
tiene miedo a aquellos que tendría que proteger pero los explota de
varias maneras, desde el robo común al tráfico de estupefacientes y la
prostitución. Pero cuando reprimen, matan.
¿Cómo
se encara todo este lío desde un punto de vista que no realimente los
conflictos, como hemos visto en estos días? La represión sólo genera
víctimas y más bronca, y no resuelve ninguno de los problemas. Dejar
hacer impunemente sería otra forma más de realimentar el delito y
tampoco se puede... pero el sistema judicial es lento y castiga a los
imputados que no pueden pagar fianzas y el sistema carcelario es la
universidad del delito.
¿"Dejar que se las
arreglen entre 'ellos'"? "¿Y si un día se les ocurre 'bajar' al
centro?". Bajaron. Los medios nos muestran más vidrieras rotas de las
que hubo y realimentan el miedo y el odio.
Una
buena parte de la "gente" realmente teme la invasión de esos
compatriotas que pertenecen a otra clase social –a otro mundo–. He usado
una palabra que está fuera de moda: "clase". ¿Será que la palabra está
fuera de moda pero el concepto y el hecho social se profundizan y se
agravan?
No trabajan porque no hay trabajo, en
una ciudad que tiene demasiados habitantes –muchos más que puestos de
trabajo–. ("Lo que pasa es que no quieren laburar"). Y la ciudad ya sólo
ofrece frustraciones a los que son continuamente expulsados de sus
tierras para convertirse en pasto del clientelismo político, que
alimenta su pasividad y los acostumbra a vivir de dádivas en vez de
instruirlos para que puedan tomar conciencia de quiénes son y de qué
pueden hacer.
Afortunadamente hay gente cuya
misión autoimpuesta es, justamente, ésa. Gente que se expone al rechazo
de aquellos a los que quiere ayudar, a la violencia y a la frustración
de ver su obra vandalizada, pero que no se deja vencer por la adversidad
de sus condiciones de trabajo. Insiste hasta obtener cambios en la
mentalidad de gente enojada y que no tiene qué comer ni con qué
calentarse en invierno si no es por la beneficencia oficial que sólo
genera dependencia y resentimiento.
La
Agrupación Tupac Amaru hace eso en Jujuy y la Fundación Gente Nueva –con
otras modalidades– lo hace entre nosotros. Seguramente hay muchos otros
movimientos "de rescate" repartidos en toda Latinoamérica, en muchos
países cuya problemática está aún mucho más signada por las drogas y su
tráfico.
La sociedad debe ser capaz de ofrecer a
toda esta gente otras fuentes de trabajo que las serviles del turismo;
debe ser capaz de movilizar energías que existen pero son reprimidas,
por la desesperanza, por la política y por la policía... una policía
muchas veces surgida de ese mismo medio. Eso es trabajo de la escuela,
cuyas docentes a veces provienen –también ellas– del mismo ambiente del
que tratan se salir y que parecen complotados con el gobierno para
mantener una escuela postergada y usada de "variable de ajuste".
A
pesar de que todo está en contra surgen orquestas donde sólo había
grupos hostiles de desocupados y escuelas que el Estado desdeña pagando
los sueldos, sí, pero escasos, a regañadientes y con retraso. Y otras
escuelas –una industrial, para preparar técnicos y no sirvientes ni
delincuentes– creadas por la iniciativa de los vecinos. Pero para que
los egresados de esa escuela puedan ejercer sus oficios Bariloche debe
dejar de ser una ciudad donde sólo se unen el turismo y la alta
tecnología, cuya capacidad de absorción de técnicos es importante pero
limitada.
Bariloche, ciudad turística. Que mira
hacia afuera y sólo cuenta con la impresión de los que, si vieran la
realidad, tal vez se asustarían: ellos visitan la calle Mitre y el
Circuito Chico. Lo único que nos importa es que nos compren lo que sea y
que gasten mucha plata. Ningún tour incluye el basural (púdicamente
llamado "vertedero") –cuyos efluentes contaminan el hermoso lago
Gutiérrez– ni las 34 Hectáreas. Sería bueno que alguno lo hiciera.
Que
muestre el lado oscuro de la bella Capital de los Lagos del Sur. El
lado feo y violento. El lado que en estos días vino a llorar sus muertos
rompiendo vidrieras en la calle Mitre.
Tomás Buch es
Físico y químico.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/06/el-lado-oscuro.html
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