La soberanía popular es la que hará posible la plena soberanía nacional,
derrotando a la oligarquía pro yanqui que gobierna para los intereses
de las corporaciones estadunidenses. Sólo el pueblo, asumiendo su poder
soberano, puede impulsar el desarrollo independiente de la vida de
México, por lo que se necesita la renovación democrática, ya que el
sistema político actual está diseñado para que las cúpulas, al servicio
del gran capital, monopolicen el poder.
Este artículo es la continuación de :
Primera parte
Segunda
parte
Tercera
parte
Cuarta
parte
Luego de siglos de lucha populares, la humanidad aspira, en este
siglo, a vivir en una democracia donde el pueblo decida su destino. Por
eso el sistema imperialista aparenta defender la “democracia” –que es
puramente formal– y hasta agrede y ocupa otros países en supuesta
“defensa de la democracia”. El Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional impulsan el “sistema de partidos”, que presentan como la
materialización de la democracia, expresada en el pluripartidismo y la
alternancia de los partidos en el poder. Tras la fachada democrática,
impera la dictadura del gran capital. En México, ha habido cinco
presidentes –Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo,
Vicente Fox y Felipe Calderón– al servicio del mismo proyecto neoliberal
que impulsa Washington; dos de ellos llegaron al poder mediante un
fraude. A la alternancia del Partido Revolucionario Institucional (PRI)
al Partido Acción Nacional (PAN) le llaman “transición democrática”,
pero ambos partidos aplican una política antinacional y antipopular. No
en vano crece el rechazo del pueblo a esa “democracia”, pues el proyecto
neoliberal destruye la soberanía nacional y niega la soberanía popular.
Hace falta la renovación democrática que haga efectiva la soberanía
popular. Una elección democrática comienza por la selección democrática
de los candidatos. Actualmente, a éstos los eligen las cúpulas
partidarias y sirven a las mafias políticas y no a los electores. Es
preciso dejar de financiar a los partidos políticos –que se han
convertido en verdaderas franquicias– para ocupar ese dinero en
financiar un sistema electoral en el que sean los propios electores
quienes seleccionen a los candidatos en los centros de trabajo, estudio,
vivienda, y así nos representarán los y las mexicanas comprometidos con
su comunidad y el país, y no con los de “arriba”. Los militantes de los
partidos que aspiren a los puestos de representación pueden ganar la
candidatura realizando labor a favor de su comunidad y ser seleccionados
por ésta, y no por la cúpula de su partido. Teóricamente, los partidos
tienen la misión de llevar su proyecto político a la sociedad, con
trabajo y compromiso y no por dinero; pero actualmente hay un verdadero
“mercadeo” partidario. Es común que los políticos salten de uno a otro
partido por intereses mezquinos. El elector debe seleccionar candidatos
para dar cumplimiento al derecho constitucional de “votar y ser
votados”, que es negado por el actual monopolio de los partidos para
presentar candidatos. La selección de candidatos por los electores tiene
la ventaja de escoger a quien conozcamos directamente y no a las
“imágenes” que nos “venden” los medios, ocultando los intereses que
representan.
Los candidatos seleccionados por los electores han de competir
equitativamente, con tiempos iguales en medios y espacios públicos para
el debate y la propuesta, excluyendo los anuncios, los spots, la compra
de voto y la guerra sucia. Actualmente, las elecciones se ganan con
dinero, los espacios y los electores se compran. Por eso las elecciones
democráticas han de ser plenamente equitativas e implican la
democratización de los medios de comunicación. Así podrán representarnos
los y las mexicanas comprometidos y con reconocimiento de los votantes y
no los candidatos de dedazo y con lana apoyados por los medios
monopolizados.
Los representantes serán electos con base en el programa impulsado en
su campaña, y estarán mandatados por los electores. Actualmente, en la
campaña prometen una cosa y ya en el poder hacen lo contrario. En 2009,
los diputados del PRI y el PAN dijeron que no subirían los impuestos y
fue lo primero que hicieron. ¡Basta de darles un cheque en blanco a los
funcionarios! que imponen políticas que nunca propusieron en sus
campañas: Salinas no habló de meternos al Tratado de Libre Comercio ni
Zedillo, de rescatar a los bancos y venderlos al extranjero; Fox nunca
insinuó que nos integraría a la Alianza para la Seguridad y Prosperidad
de América del Norte; Calderón ocultó su proyecto de privatizar
Petróleos Mexicanos e integrarnos militarmente a Estados Unidos con el
Plan Mérida y la “alianza estratégica”. Así que es necesario que los
representantes sean mandatados para desarrollar el programa definido y
decidido en las elecciones y que exista la revocación del mandato para
quien no cumpla.
Dice la Constitución en su artículo 39: “La soberanía nacional reside
esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del
pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo
tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su
gobierno”.
Es hora de cambiar la forma de gobierno; transformar el sistema
político actual para impulsar la renovación democrática en México. Claro
que en 2012, como en 1988 o 2006, el sistema va a operar para tratar de
mantener la dictadura de las grandes corporaciones a través del PRIAN,
por lo que será la movilización de millones de mexicanos conscientes y
organizados en sus lugares de trabajo, estudio y vivienda los que
decidan, impulsen y logren la transformación revolucionaria del país.
La soberanía es la expresión del poder popular que se construye del
nivel local al regional y nacional, de abajo para arriba. El gobierno
federal desarrollará el proyecto y unificará los esfuerzos y recursos
para materializar las decisiones del pueblo, su unidad y el desarrollo
integral y multilateral del país. Así, la soberanía parte de la
soberanía local, en la que la gente de cada lugar tiene el control de su
entorno, riquezas, medio ambiente, y materializa sus derechos en su
lugar de origen. Educación, salud, empleo, acceso a los medios de
comunicación han de obtenerse en cada municipio y región del país,
eliminando así la migración masiva y el desarrollo de pocos polos a
costa del abandono y la miseria de regiones enteras. Cada localidad
tiene su propia vocación económica y el gobierno central debe invertir
en el impulso del desarrollo de cada lugar para que florezca cada rincón
del país. A su vez, la soberanía en México está ligada al
reconocimiento de los derechos ancestrales de los pueblos originarios,
negados desde la época del colonialismo hasta el actual sistema
neocolonial. Las naciones originarias son la base y cimiento del México
actual; su cultura y tradición milenaria tienen que reconocerse, pues
enriquece al México del siglo XXI.
El movimiento para rescatar la soberanía requiere de la unión de todo
el pueblo mexicano en contra del enemigo común, por encima de partidos,
ideologías políticas, religiones, edad, sexo, estilo de vida, origen
nacional; así será invencible la fuerza del pueblo. Hoy se da la
resistencia de millones de mexicanos expresada en luchas obreras como la
del Sindicato Mexicano de Electricistas, los mineros, la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación y múltiples sindicatos; en el
Congreso Nacional Indígena, las comunidades zapatistas, las luchas
contra las corporaciones mineras de Estados Unidos y Canadá, como en
Cerro San Xavier, San Luis Potosí; las que luchan por la supervivencia
de sus pueblos como Atenco, San Juan Copala, La Parota, etcétera. En el
Movimiento por la Transformación de México y sus miles de comités en
todo el país, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, las
organizaciones campesinas y de productores, los movimientos de mujeres,
estudiantes y jóvenes rechazados, de religiosos comprometidos con los
pobres; los de defensa del agua, energéticos, bosques, medio ambiente.
Por todo México surgen la organización y la resistencia, cunde el
descontento, la indignación y la lucha. Ese movimiento tiende a unirse
por encima de sectarismos y divisionismos para formar un caudal
irresistible que barrerá con las viejas estructuras y dará pie a la
construcción de un México soberano que logre la justicia, paz y
democracia.
La situación actual es compleja y difícil. La crisis se acentúa e
impera el caos y la violencia. De ahí la importancia de la organización y
la conciencia. Este 2010 nos presenta el reto de levantar el programa
que lleve a recuperar la plena soberanía y a la solución de los
problemas actuales. Nos espantan con el espectro de la violencia para
cerrar el camino de la transformación, cuando es el neocolonialismo y la
oligarquía pro yanqui quienes propician la desintegración nacional y el
desmantelamiento del estado de derecho. El movimiento de 2010 se basa
en la conciencia de millones, la movilización social y la
responsabilidad que caracteriza al movimiento democrático. La violencia
es la que promueven ellos; a lo que aspira el pueblo es a la paz, al
trabajo, al bienestar social.
Hoy nos toca escribir la historia del siglo XXI y lo haremos con la
creatividad característica de los mexicanos. La oligarquía decadente nos
quiere hundir en la depresión y la parálisis, pero somos optimistas
porque representamos lo nuevo, el otro mundo que es posible y creemos en
la capacidad del pueblo organizado. Con siglos de experiencia, queda
claro que será el pueblo trabajador quien construya el nuevo México y no
los mercaderes que venden a la patria. Hoy cobran actualidad las
palabras de Carlos Marx: “El proletariado no tiene nada que perder más
que sus cadenas… tiene en cambio un mundo que ganar”, y desde lo
profundo de nuestra historia milenaria ya resuenan las voces antiguas de
nuestros ancestros que iban en pos de la victoria al grito de
¡Mexicanos adelante! ¡Mexikah tiahui, mexikah tiahui!
Fuente, vìa :
http://www.voltairenet.org/article165879.html
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