A ver: yo jamás he deseado la muerte de nadie. Y sin el menor asomo
de ironía espero de todo corazón que Diego Fernández de Cevallos
aparezca vivo y bien. Y no se trata sólo de frases hechas —y a veces
huecas— de los sentimientos humanitarios o moralinos. No. He visto y
cronicado demasiada violencia en mi vida profesional y por ello estoy
plenamente convencido de que los crímenes son siempre injustificables.
Lo que sí he dicho —como muchos mexicanos— es que el recuento de los
daños que Diego le ha hecho al país es muy grande. Hoy añado que esa es
la razón fundamental por la que sus raptores han ejecutado un tiro de
precisión al poder político en México: secuestran a un hombre no sólo
polémico, sino odiado por muchos, lo que —aunque suene muy cruel— tiene
un aire justiciero y hasta reivindicatorio; lo hacen en un momento de
exactitud matemática, en vísperas de un viaje presidencial con lo que le
quitan argumentos a Felipe Calderón y le restan credibilidad a su
discurso sobre todo en Washington; la intencionalidad desestabilizadora
también es evidente cuando faltan apenas seis semanas para el 4 de
julio; además, se llevan a un personaje archiconocido pero en estos
momentos sin protección oficial. Quien no quiera aceptar estas
circunstancias se engaña a sí mismo.
Está claro que hoy la pregunta es quién. O quiénes llevaron a cabo un
operativo quirúrgico para levantar con tal rigor a un hombre tan
poderoso y calculando que el secuestro se sepa largas ocho horas
después. Dónde puede estar ahora. Qué han hecho con él. Por qué no se
han comunicado con la familia. Por qué nadie ha reivindicado el hecho.
Todas son preguntas sin destino.
Por lo pronto, el deslinde del EPR es un signo importante. De no ser
ellos, se puede descartar la hipótesis de cualquier otro grupo
extremista. Y si me apuran también la de una banda común de
secuestradores a menos que sean tan estúpidos de no anticipar el lío en
que se metían. Tampoco parece el modus operandi de una venganza personal
o pasional. Así que —ya lo dijo hasta Rodríguez Zapatero— todo apunta
al crimen organizado. La pregunta aquí sería qué pretenden. Una
respuesta al encarcelamiento fugaz de la ex esposa de El Chapo, parece
desproporcionada. Un canje por la presunta captura de Nacho Coronel, no
deja de ser un rumor. Ahora que si el recado es “para que vean quién
manda” resulta lapidario.
Lo único que por ahora está claro son los múltiples mensajes: las
reglas del juego —si las hubo— están rotas; en este país hay mexicanos
de primera —como Diego— que movilizan a todo el gabinete y mexicanos de
segunda, de quinta o de milésima porque son miles los levantados que el
gobierno ni ha volteado a ver; también en el panismo es normal que sus
hombres y mujeres del poder se hagan inmensamente ricos y hasta
respetados por ello; nada ha cambiado y el nuevo PAN es idéntico al
viejo PRI; se trata de un disparo al corazón no sólo del gobierno sino
de un panismo enfermo de gravedad, casi casi un tiro de gracia. Y de
precisión también.
fuente, vìa :
http://www.eluniversal.com.mx/columnas/84019.html
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