Digamos de entrada que se trata de un
discurso político-mediático relevante, tanto para la alianza gobernante
como para los opositores al actual gobierno de derechas. El mensaje
presidencial despliega argumentos y objetivos que obligan a adherentes y
detractores a tomar posición respecto de esta verdadera “hoja de ruta”.
El texto mismo no ofrece muchas novedades, por lo menos, para quienes
han estado atentos a las promesas realizadas durante la última campaña
electoral. En efecto, la mayoría de los tópicos abordados por el señor
Presidente ya habían sido formulados en calidad de promesas de
candidato.
La diferencia, obviamente, es que ahora
tales temas y objetivos orientarán el quehacer legislativo y las
políticas públicas del Estado chileno. Esta diferencia, nada sutil,
exhorta a la oposición no sólo a plantearse los asuntos propuestos sino a
ocuparse de ellos en cuanto cuerpo legal en plazos relativamente
breves. En pocas palabras, las propuestas del Ejecutivo se transforman
en los hechos en un impulso que le otorga la iniciativa política frente a
una oposición desarticulada, ayuna de ideas nuevas y carente de
liderazgos convincentes.
Desde un punto de vista más amplio,
habría que el texto presidencial se mantuvo en un tono más bien
conciliador, cuestión nada de extraña si consideramos el contexto en que
se inaugura la actual administración. El Presidente de la derecha ha
optado por un discurso de centro-derecha, manteniendo un difícil
equilibrio entre los sectores más radicales de su propia alianza y
aquellos de la oposición. En rigor, la mayoría de las medidas propuestas
muy bien podrían haber sido incluidas en el discurso concertacionista.
No obstante, no se trata del quinto gobierno de la Concertación, sino
del primer gobierno legal de la derecha tras medio siglo.
Al revisar el conjunto de medidas
propuestas por el actual gobierno, todas ellas apuntan a una
modernización del sistema político y económico chilenos. Se trata, por
cierto, de una modernización enmarcada en el neoliberalismo, en que los
términos eficacia y eficiencia anteceden a cualquier consideración
frente a temas como la extrema pobreza o el mundo laboral. Una
modernización que, reclamando una mirada de futuro opaca el pasado
histórico reciente, de este modo silencia una serie de temas políticos
que marcaron los últimos años en Chile, tales como juicios por Derechos
Humanos, las luchas de las minorías étnicas, las polémicas
medioambientales, para no mencionar cualquier atisbo de una reforma
profunda de la actual Constitución.
La modernización del país a la cual
aspira el sector empresarial es aquella en que se supere toda
conflictividad social mediante la promesa redentora de terminar con la
pobreza bicentenaria de nuestra sociedad. Así, toda referencia a una
clase social se diluye en la idea fuerza de la nación, o mejor aún, de
la unidad nacional. La modernización que se busca es, finalmente, la
inclusión de todos los compatriotas en una sociedad de consumo. Los
gobiernos concertacionistas, como el dios Jano, mostraron durante
décadas una doble faz, por un lado miraban al pasado que los legitimó en
el gobierno, por otro coquetearon –descaradamente, habría que agregar-
con la promesa neoliberal de enriquecimiento personal y corporativo.
Esta ambigüedad moral y política que fue
inherente a todos los gobiernos concertacionistas terminó por
descomponer al conglomerado en sus fundamentos, generando el descalabro
al que hoy asistimos. El actual gobierno de derecha presidido por el
señor Sebastián Piñera, está exento de tal ambigüedad, sabe muy bien
para quien gobierna y con quien gobierna. De este modo, anuncia un
fortalecimiento y ampliación de los cuerpos policiales y, al mismo
tiempo, nos promete una reconstrucción del país y una modernización del
sistema electoral, yuxtaponiendo sin ambages la represión, la seducción y
el fasto político-mediático.
fuente, vìa :
http://www.elciudadano.cl/2010/05/24/pinera-represion-seduccion-y-fasto/
http://www.elciudadano.cl/2010/05/24/pinera-represion-seduccion-y-fasto/
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