VALPARAÍSO, 4 de mayo (apro).- Tras la muerte del asesino, torturador y pederasta Paul Schäfer, verificada el pasado lunes 24 en la cárcel de alta seguridad de Santiago, la desarticulación de Colonia Dignidad, en tanto organización criminal, parece estar cerca.
La Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad se localiza en una finca de 16 mil hectáreas que se emplaza en dos propiedades ubicadas en las cercanías de Parral, a 350 kilómetros al sur este de Santiago.
Fue fundada en 1961, a instancias de Schäfer, quien, aparentando ser un religioso ejemplar, persuadió a tres centenares de fieles de comunidades bautistas del noreste de Alemania para que viajaran con él al sur de Chile, con el pretendido fin de instaurar un reino de justicia y bondad, “alejado de la amenaza comunista”.
En el momento de viajar, Schäfer escapaba de la justicia alemana, que lo buscaba por la violación de dos menores de edad.
En entrevista con Apro, el abogado Hernán Fernández, que representa judicialmente a 11 víctimas de abusos sexuales cometidas por Schäfer y que fue su principal perseguidor, sostuvo que Colonia Dignidad llegó a ser “una de las organizaciones criminales más peligrosas que han existido en el mundo”.
En el momento de su muerte, Schäfer (88 años) tenía dos condenas ratificadas por la Corte Suprema de Chile, otras dos condenas de primera instancia y tres procesos abiertos en sus etapas finales, que le hubieran significado al menos 33 años de cárcel. Los crímenes: abusos sexuales acreditados contra 26 menores, asociación ilícita, homicidio calificado, secuestros, torturas, lavado de dinero, infracción a la ley de armas y explosivos, entre otros.
El abogado Fernández estima que a pesar de que los crímenes que cometía esta organización fueron conocidos poco tiempo después de que se instalara en Chile, hubo “poderes” que impidieron someterla a la ley chilena.
Sin embargo, afirma, “lo que no pudo hacer el poder político, lo que no pudieron hacer las autoridades que de alguna manera con sus acciones y omisiones fortalecieron el poder de Colonia Dignidad, lo logró la valentía de las víctimas, de humildes familias que se enfrentaron al poder de Colonia Dignidad, que no cedieron en su pretensión de justicia y que finalmente obtuvieron como premio el encarcelamiento de Paul Schäfer, quien murió como un preso común”.
Paul Schäfer Schneider, máximo jerarca de Colonia Dignidad, había sido detenido el 10 de marzo de 2005, en la localidad argentina de Tortuguitas, distante 40 kilómetros de Buenos Aires. Este fue su último refugio en tanto prófugo de la justicia chilena, calidad en la que se mantuvo por siete años. La mayor parte de ellos estuvo dentro de la propia Colonia Dignidad, de la que tuvo que escapar tras los constantes allanamientos policiales del que era objeto el enclave germano.
La “misión”
En 1954, el pastor bautista Hans Baar, que conducía una comunidad de inmigrantes en Gronau (Westfalia), conoció a Schäfer. En el libro Paul Schäfer: salvador o demonio de Colonia Dignidad, escrito por Pía Lecaros y Marcelo Araya (Cesoc, Santiago de Chile, 1998), Baar sostuvo: “Me pareció un cristiano muy decidido. En sus sermones destacaba mucho la necesidad de confesarse y de ser unos incondicionales imitadores de Jesucristo”.
En 1956, Baar y Schäfer dan vida a la Misión Social Privada, cuya primera tarea fue crear el internado para niños víctimas de la guerra (Missionhauss). Después de cuatro años comenzaron a quedar al descubierto las desviadas inclinaciones de Schäfer, que era sexualmente insaciable. Willy George, compañero de primaria suyo, fue el primero en hacer una denuncia en su contra. Su primogénito fue otra de sus víctimas.
Wolfang Müller, quien en 1966 protagonizaría la primera fuga exitosa de Colonia Dignidad, también conocería la maldad del que sería conocido como el “tío permanente”. Cuando tenía 12 años, en 1957, visitó la Missionhauss. “Sólo habían transcurrido SEIS horas desde que ingresé cuando Paul Schäfer me llevó a su dormitorio y abusó sexualmente de mi”, según confesaría a la justicia alemana tras su fuga.
La Missionhauss fue construida con el trabajo no remunerado de los feligreses, como sería característico en las obras de Schäfer. La rodeó de murallas muy altas, prohibiendo la salida de toda persona sin su autorización. Los hombres fueron separados de las mujeres, las que “eran tratadas como la última basura”, como cuenta Christel Schwoll, quien tenía una hermana secuestrada por esta secta, según se cita en el libro La historia secreta de Colonia Dignidad, de Álvaro Rojas.
Schäfer realizaba pretendidos exorcismos que siempre eran hechos a mujeres, a las que odiaba por ser el principal obstáculo entre él y los niños.
Tras las denuncias de violación realizadas por menores, la policía alemana se presentó en la casa de la Misión, a principios de 1961. Sin embargo, Schäfer y Baar consiguieron escapar.
Primero fueron al norte de África. Luego, con la ayuda del embajador chileno en Bonn, Arturo Mashke, Schäfer consiguió visa para viajar a Chile. Lo hizo en compañía de un puñado de adultos y 12 niños, quienes abandonaron su país con la autorización de sus padres.
Una vez en el país sudamericano, compró –el 9 de octubre de 1961– la finca San Manuel, ubicada en la precordillera de Los Andes, a un costado del río Perquilauquén. Allí fundaría la mencionada “Sociedad Benefactora”. Ahora, el objetivo sería dar acogida a los niños huérfanos que había dejado el terremoto del 22 de mayo de 1960, que asoló el sur de Chile.
A pesar de los enormes muros que rápidamente rodearon la entrada de Dignidad, los alemanes pudieron inspirar una imagen idílica. Schäfer, que era astuto, organizaba visitas de autoridades en las que utilizaba un libreto que causaba impresión. Este incluía el uso de trajes bávaros típicos por parte de las mujeres, las que agasajaban a los concurrentes con kuchenes, pan, mantequillas, quesos y mermeladas que eran preparadas por ellas mismas.
También se lucía con las obras arquitectónicas y con el avanzado desarrollo agrícola que alcanzó, fruto del trabajo esclavo, Colonia Dignidad.
Antro fascista
En el enclave alemán, los colonos tenían prácticamente prohibido el sexo… salvo Schäfer y unos pocos matrimonios a los que éste autorizó a vivir juntos en 1978. Los demás debían vivir separados por edad y género. No gozarían de vida privada.
La principal obsesión del máximo jerarca de Dignidad era la represión de la sexualidad y de toda manifestación de amor heterosexual. “Los deseos sexuales son distorsionados y las expresiones eróticas prematrimoniales fuertemente castigadas, aun en forma de pequeñas cartas de amor. La juventud en Colonia Dignidad no tiene conocimientos claros sobre el acto generativo del nacimiento humano. Embarazos son abortados, las mujeres embarazadas son ocultadas de la vista de los jóvenes (…) las parejas que quieren casarse necesitan la aprobación de Schäfer, lo que sólo podían lograr los mayores de 40 años”, según se lee en La Dignidad de la Colonia, escrito por Paul Heller y Jaime Lagos (Mares del Sur, Santiago, 1998).
En este libro se asegura que, en gran medida, el control que logró Schäfer sobre los colonos se basaba en la aniquilación de sus sentimientos sexuales. La prófuga Lotti Packmoor relató: “En la noche, los niños quedaban en una sala de hospital con 12 camas puestas en círculo. Debían acostarse desnudos, de espalda, y detrás de cada cama o a veces de cada dos se paraba un inspector para observarlos; si un niño movía los párpados, era levantado de la cama y abofeteado. Pero si se movía algún órgano sexual, era levantado y tratado con golpes eléctricos, incluso en los testículos y posteriormente tirado al agua helada”.
Dado que los niños se iban acabando, fruto de los casi nulos nacimientos, Schäfer se convirtió en secuestrador de menores.
El sofisticado sistema de vigilancia que existía en Colonia Dignidad buscaba principalmente mantener oculto el perverso mundo que logró construir Schäfer. También evitar las fugas.
“El cerco de malla y alambre de púas alrededor de la colonia es sólo la parte visible de un sistema de seguridad escalonado. Había dos puestos de vigilancia con teleobjetivos y radiotelégrafos, cámaras escondidas en colmenas, micrófonos en las casas, ventanas blindadas, alambres de alarma bajo tierra, sensores en el terreno, un auto silencioso con aparatos infrarrojos y comandos de vigilancia con ametralladoras y perros policiales”, según se asevera en La dignidad de la Colonia.
Schäfer, que había sido militante nazi, era de un anticomunismo enfermizo. Tenía a todos sus “guerreros” preparados para contrarrestar un inminente ataque de grupos de campesinos que desde mediados de la década de 1960 hasta el fin del gobierno de Salvador Allende, en septiembre de 1973, realizaron centenares de tomas de terrenos agrícolas en el centro y sur de Chile.
Negocios sucios
Debido a las franquicias tributarias alcanzadas por su “sociedad benefactora”, Schäfer pudo hacer jugosos negocios de armas, las que entraban camufladas en las inexpugnables valijas que llegaban libres de impuestos a sus reductos. Entre 1970 y 1971, cuando la Colonia trabajaba codo a codo con grupos ultraderechistas --como Patria y Libertad-- que preparaban el camino al golpe militar contra el gobierno de Allende, Baar pudo enviar desde Frankfurt cargamentos de armas que entraron a Chile como “bienes de caridad”.
En aquel periodo, los talleres del enclave alemán comenzaron a fabricar ametralladoras y granadas. Aunque no era rentable, esta actividad satisfacía los sueños de grandeza de Schäfer, quien se ufanaba de que Dignidad era una comunidad autárquica.
Colonia Dignidad fue utilizada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) para desarrollar la última fase del Proyecto Andrea, que buscaba sentar las bases para una guerra no convencional en las que se utilizarían armas químicas, biológicas y atómicas. Comenzó en 1975 y estaba dirigido por el jefe de la DINA Manuel Contreras.
La hipótesis de conflicto más temida en aquel entonces era la de un enfrentamiento simultáneo contra Perú, Bolivia y Argentina, evento bélico para el que Chile no estaba preparado.
Según la versión entregada por el citado Paul Heller a la periodista Lucía Sepúlveda (Rebelión, 16 de abril de 2006), el dictador Augusto Pinochet, para contrarrestar la adversa situación geopolítica que enfrentaba su país a mediados de los setenta, contrató los servicios del experto en armas Hans Ulrich Rudel, oficial nazi muy cercano a Hitler, quien colaboró con la instrumentación del proyecto Andrea.
Las instalaciones secretas necesarias para el desarrollo de este proyecto fueron, en parte, provistas por la citada Colonia. De acuerdo con la versión de Heller, el servicio secreto alemán (Bundesnachrichtendienst) habría contribuido al desarrollo del proyecto Andrea.
La existencia de bunkers, túneles, aeropuertos, hospitales, radios y producción descentralizada de armas en diversos módulos, verificada en Dignidad, sólo puede comprenderse en el contexto de un plan mayor desarrollado con el apoyo de las fuerzas armadas chilenas.
En el contexto del citado proyecto se fabricaron armas tan letales como el gas sarín. Con este tóxico se eliminó al diplomático español Carmelo Soria y al destacado periodista Eugenio Lira Massi, entre otros opositores a la dictadura de Pinochet.
La colaboración de la DINA con Colonia Dignidad está absolutamente comprobada. En una resolución de abril de 2006, el juez especial para causas de derechos humanos, Jorge Zepeda, acreditó la existencia de una asociación ilícita existente entre la secta de Paul Schäfer y la DINA, cuyo objetivo era mantener prisioneros, torturar y hacer desaparecer opositores al régimen de Pinochet.
Esta resolución solicitó prisión para cuatro exmiembros de la DINA –entre ellos Contreras– y 14 integrantes de Dignidad encabezados por Schäfer. Los hallazgos de grandes arsenales de armas, encontrados en este recinto en junio de 2005, convencieron a Zepeda de que en la citada Colonia se hacía tráfico internacional de armas con el fin de proveer de lucro a Schäfer.
Actualmente, 25 hombres de Colonia Dignidad se encuentran condenados en primera instancia en tanto autores, cómplices y encubridores de los mismos delitos cometidos por Schäfer. Se espera que en la primera quincena de mayo estas sentencias sean revisadas por la Corte de Apelaciones de Talca.
El abogado Fernández sostuvo a este respecto que “como querellantes, estamos pidiendo que las condenas sean ratificadas y que, por la gravedad de los delitos, que las penas sean aumentadas”. De concretarse esto, sería el fin de la Colonia Dignidad, en tanto centro de tortura, desaparición y muerte.
Para conocer toda la verdad de la Colonia Dignidad es necesario que el juez Zepeda levante el secreto existente sobre las 40 mil fichas encontradas –en 2005-- en los archivos de este antro de perversión y muerte.
fuente, vìa:
http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/78969
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