Las fechas de aniversarios favorecen los comentarios de balances y
perspectivas y así se discute el legado de la Revolución de 1810 y el
proyecto futuro de la Argentina.
En el cruce
de ambas cuestiones sobresale la discusión sobre el librecambio. Ahora,
se discutió en Madrid, en la cumbre entre la Unión Europea y América
Latina y el Caribe, la reapertura de las negociaciones sobre un tratado
de libre comercio, interrumpidas por las trabas “proteccionistas”
establecidas por los negociadores a dos bandas, agravado para Argentina
por la devaluación del Euro que favorece las importaciones europeas y
limita las exportaciones argentinas.
No hay duda que el
librecambio fue la bandera económica de la revolución, levantada por los
comerciantes porteños que imaginaban su destino junto a la potencia
hegemónica del momento. El contrabando para el ingreso de mercancías por
un lado, y la necesidad de alentar un camino propio para la producción
local constituían las bases materiales que inspiraron el ideario
revolucionario originario. Sin dudas, el surgimiento de la nueva Nación
discutía la inserción en el sistema mundial, por entonces con liderazgo
británico y un EEUU independizado, que de “colonia” llegaría a
“imperio”.
Ayer y hoy se discute el librecambio, pero en el medio
crecieron los monopolios, hoy transnacionales que dominan la economía
local y mundial, y con ello, subordinan la actividad económica de la
Argentina a decisiones foráneas.
Entre otras cuestiones, la
vulnerabilidad de la Argentina actual deviene de su dependencia en la
fijación de precios de las principales producciones de exportación: por
caso la soja y sus derivados; pero también de las nuevas inversiones
productivas para la exportación, caso de la mega minería a cielo abierto
favorecida por el salto del oro en la recuperación de su función como
equivalente general de cambio que impacta en su valorización. La
dependencia argentina se pone de manifiesto crudamente en materia de
endeudamiento público. El canje de deuda en curso no está resultando lo
que esperaba el gobierno, ya que los grandes inversores vinculados a los
bancos transnacionales que inventaron el negocio no se sintieron
suficientemente atraídos por la oferta gubernamental, con lo que el
saldo que se espera es el crecimiento del stock de deuda y la
continuidad del problema de la cesación de pagos, pues al reabrir el
canje, se dejó abierta la posibilidad de futuras reaperturas.
En
la propuesta inicial de canje se imaginaba una nueva colocación de mil
millones de dólares para mostrar que el país retornaba a los mercados
mundiales de financiamiento. Eso parece frustrado y bienvenido sea,
porque Argentina necesita discutir, que más que volver a los mercados en
crisis de la economía mundial, necesita en tiempo de bicentenarios
recuperar el proyecto originario de la patria nuestra americana, es
decir, la integración regional y la articulación productiva y financiera
en el camino de la nueva arquitectura financiera que promueven los
países del ALBA. Es también el posible camino del Banco del Sur en
momentos que en la región supera los 500.000 millones de dólares de
reservas internacionales.
Surgen varios interrogantes al
respecto. ¿Es posible esa integración regional? ¿Puede sostenerse el
planteo con la divergencia de política en los países de América Latina y
el Caribe? Argentina y Brasil habilitaron una expectativa esperanzada
en 2003, con convergencias de sus paridades cambiarias y afinidades
políticas, sin embargo, su derrotero fue divergente en política
económica. En 2005, la esperanza se relanzó, con el rechazo al ALCA y a
Bush en la Cumbre de las Américas, lo que significó el acercamiento de
Venezuela al MERCOSUR y con ello la posibilidad de un eje de desarrollo
alternativo.
Ante los diversos bicentenarios que se celebran en
nuestra América, la pregunta es si la región podrá encarar nuevamente un
proyecto emancipador que tenga eje en la soberanía alimentaria,
energética, financiera. La preocupación hace 200 años estaba en la
constitución de un proyecto que hermanaba a los pueblos latinoamericanos
y caribeños. Para nosotros, en nuestro territorio, la revolución de
mayo fue el acto inaugural de una aspiración inconclusa que debe
resolverse con un nuevo poder constituyente.
Julio C. Gambina es Profesor Titular de Economía
Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de
Rosario, UNR. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y
Políticas, FISYP. Integrante del Comité Directivo del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO.
fuente, vìa :
http://www.argenpress.info/2010/05/200-anos-de-la-revolucion-de-mayo.html
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