En una publicidad titulada «For Jerusalem» y publicada en el International Herald Tribune (16 de abril de 2010), Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz, vuelve a las andadas. El texto afirma abiertamente que «Jerusalén está por encima de la política». Lo cual, para el autor, significa que debe… seguir siendo israelí. Según Wiesel, la presencia de la ciudad en la historia judía es apabullante, pues se menciona «600 veces en las escrituras y ni una sola vez en el Corán». Aparte de que esta afirmación es discutible (no voy a entrar ahora en una interpretación del texto coránico), no vemos a santo de qué la mención de una ciudad en un texto que tiene varios miles de años de antigüedad puede otorgar a alguien un derecho de propiedad. Porque entonces habría que volver a trazar las fronteras de Europa con arreglo a los textos latinos de la Edad Media o los textos griegos de la Antigüedad.
«No hay plegaria más emotiva en la historia judía ―prosigue Wiesel― que la que expresa nuestro [de los judíos] deseo ardiente de volver a Jerusalén». Esta interpretación política de un rezo no tiene ni pies ni cabeza. Durante siglos, los judíos practicantes pronunciaron, efectivamente, esta plegaria, pero sin intención de llevarla a cabo. Hasta 1948 los judíos podían ir a Jerusalén (a algunos los enterraban allí). Sólo cuando surge el movimiento sionista pasa a ser una meta política. Como escribe acertadamente Gilles Perrault en su biografía de Henri Curiel, Un homme à part (ed. Fayard), «a excepción de la minoría sionista, nadie sentía la necesidad de un Estado judío, ni de salmodiar “el año que viene en Jerusalén”, cuando bastaba con subirse al tren de las 9.45 para viajar hasta allí».
En una respuesta a este escrito, «For Jerusalem, a response to Elie Wiesel» (Haaretz, 18 avril), Yossi Sarid dice:
No es la primera vez que se pronuncia sobre la cuestión de Jerusalén. Durante las negociaciones entre israelíes y palestinos, antes de la segunda intifada, cuando la prensa hablaba de un reparto de Jerusalén, ya había tomado la pluma para publicar una tribuna en el diario Le Monde («Jérusalem, il est urgent d’attendre», 17 de enero de 2001), en la que apercibía al primer ministro israelí por sus posibles concesiones. Este escrito, reproducido en las webs proisraelíes más extremistas, podría resumirse así: más vale el muro de las lamentaciones que la paz.
En ambos escritos, el de IHT y el de Le Monde, Wiesel cita al rabino jasídico Najman de Breslev (nacido en 1772) para justificar sus afirmaciones. ¿Qué diríamos de un intelectual musulmán que citara a una lumbrera religiosa de la época de los califas para justificar la reclamación musulmana de Jerusalén?
Esta «gran conciencia», pocas veces criticada en público, es sin embargo un impostor moral que merecería ser tratado de otro modo por los medios.
Recordemos que, además de sus posiciones sobre el conflicto palestino-israelí, ha elogiado la tortura: la del financiero Bernard Madoff, con el que había invertido parte de su fortuna (no le pareció inmoral ganar millones de dólares gracias a él cuando sus chanchullos financieros iban viento en popa), como recogía LeMonde.fr («Bernard Madoff est un “psychopathe”, selon Elie Wiesel», 27 de febrero de 2009):
En otra ocasión hemos recordado lo que decía el gran autor de ciencia ficción Isaac Asimov de Wiesel, «que sobrevivió al Holocausto y desde entonces no sabe hablar de otra cosa. Aquel día me exasperó diciéndome que no se podía confiar en los científicos ni en los técnicos, porque habían contribuido a hacer posible el Holocausto. ¡Qué manera tan burda de generalizar! Es precisamente el tipo de argumentos que esgrimen los antisemitas: “No confío en los judíos porque antaño unos judíos crucificaron a mi Salvador”». Y añade Asimov: «Dejé que hablaran los demás durante un rato, mientras rumiaba mi enojo, y luego, sin poder contenerme más, intervine: “Se equivoca, señor Wiesel: el hecho de que un grupo humano haya sufrido persecuciones atroces no le hace bueno e inocente. Lo único que demuestran las persecuciones es que ese grupo estaba en una posición débil. Si los judíos hubieran estado en una posición fuerte, ¿quién nos dice que no habrían ocupado el lugar de sus perseguidores?”».
Fuente: http://blog.mondediplo.net/ 2010-04-18-Elie-Wiesel-l- imposteur-et-Jerusalem
«No hay plegaria más emotiva en la historia judía ―prosigue Wiesel― que la que expresa nuestro [de los judíos] deseo ardiente de volver a Jerusalén». Esta interpretación política de un rezo no tiene ni pies ni cabeza. Durante siglos, los judíos practicantes pronunciaron, efectivamente, esta plegaria, pero sin intención de llevarla a cabo. Hasta 1948 los judíos podían ir a Jerusalén (a algunos los enterraban allí). Sólo cuando surge el movimiento sionista pasa a ser una meta política. Como escribe acertadamente Gilles Perrault en su biografía de Henri Curiel, Un homme à part (ed. Fayard), «a excepción de la minoría sionista, nadie sentía la necesidad de un Estado judío, ni de salmodiar “el año que viene en Jerusalén”, cuando bastaba con subirse al tren de las 9.45 para viajar hasta allí».
- «Hoy en día ―prosigue Wiesel―, por primera vez en la historia, judíos, cristianos y musulmanes pueden celebrar sus ritos religiosos libremente. Y, pese a ciertas afirmaciones de los medios, judíos, cristianos y musulmanes TIENEN [en mayúsculas] autorización para construir sus casas en cualquier parte de la ciudad.»
En una respuesta a este escrito, «For Jerusalem, a response to Elie Wiesel» (Haaretz, 18 avril), Yossi Sarid dice:
- «Alguien le ha engañado, querido amigo. Un árabe, además de no tener permiso para construir “en cualquier parte”, puede dar gracias a Dios si no le echan de su casa y le arrojan a la calle con su familia y sus enseres. Quizá haya oído usted hablar de unos residentes árabes de Sheij Yarrá que vivían allí desde 1948 y ahora se han convertido otra vez en refugiados desarraigados, porque algunos judíos se saltan a la torera las limitaciones del espacio en Jerusalén.
- »Esos judíos exaltados se empeñan incluso en atravesarse como huesos en las gargantas de los barrios árabes, para purificarlos y judaizarlos con la ayuda de sus acaudalados benefactores estadounidenses, a muchos de los cuales conoce usted personalmente. Entre bastidores, nuestro primer ministro y el alcalde de Jerusalén mueven los hilos de esta función de títeres, pero escurren el bulto para no parecer responsables de tanta anarquía y codicia. Esta es la verdadera razón por la que “las nuevas y viejas tensiones” de las que habla usted en su escrito rebrotan “con tanta rapidez”.»
No es la primera vez que se pronuncia sobre la cuestión de Jerusalén. Durante las negociaciones entre israelíes y palestinos, antes de la segunda intifada, cuando la prensa hablaba de un reparto de Jerusalén, ya había tomado la pluma para publicar una tribuna en el diario Le Monde («Jérusalem, il est urgent d’attendre», 17 de enero de 2001), en la que apercibía al primer ministro israelí por sus posibles concesiones. Este escrito, reproducido en las webs proisraelíes más extremistas, podría resumirse así: más vale el muro de las lamentaciones que la paz.
En ambos escritos, el de IHT y el de Le Monde, Wiesel cita al rabino jasídico Najman de Breslev (nacido en 1772) para justificar sus afirmaciones. ¿Qué diríamos de un intelectual musulmán que citara a una lumbrera religiosa de la época de los califas para justificar la reclamación musulmana de Jerusalén?
Esta «gran conciencia», pocas veces criticada en público, es sin embargo un impostor moral que merecería ser tratado de otro modo por los medios.
Recordemos que, además de sus posiciones sobre el conflicto palestino-israelí, ha elogiado la tortura: la del financiero Bernard Madoff, con el que había invertido parte de su fortuna (no le pareció inmoral ganar millones de dólares gracias a él cuando sus chanchullos financieros iban viento en popa), como recogía LeMonde.fr («Bernard Madoff est un “psychopathe”, selon Elie Wiesel», 27 de febrero de 2009):
- «“Psicópata es una palabra demasiado suave para calificarle” ha declarado Wiesel. “Deberían encerrarle durante cinco años con una pantalla delante en la que aparecieran las fotos de sus víctimas. […] Habría que pensar en algo que le hiciera sufrir de verdad. […] Deberían llevarle ante unos jueces que encontraran la forma de castigarle” ha añadido este superviviente del Holocausto.»
En otra ocasión hemos recordado lo que decía el gran autor de ciencia ficción Isaac Asimov de Wiesel, «que sobrevivió al Holocausto y desde entonces no sabe hablar de otra cosa. Aquel día me exasperó diciéndome que no se podía confiar en los científicos ni en los técnicos, porque habían contribuido a hacer posible el Holocausto. ¡Qué manera tan burda de generalizar! Es precisamente el tipo de argumentos que esgrimen los antisemitas: “No confío en los judíos porque antaño unos judíos crucificaron a mi Salvador”». Y añade Asimov: «Dejé que hablaran los demás durante un rato, mientras rumiaba mi enojo, y luego, sin poder contenerme más, intervine: “Se equivoca, señor Wiesel: el hecho de que un grupo humano haya sufrido persecuciones atroces no le hace bueno e inocente. Lo único que demuestran las persecuciones es que ese grupo estaba en una posición débil. Si los judíos hubieran estado en una posición fuerte, ¿quién nos dice que no habrían ocupado el lugar de sus perseguidores?”».
Fuente: http://blog.mondediplo.net/
Traducido para Rebelión por Juan Vivanco Gefaell
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104480
No hay comentarios:
Publicar un comentario