miércoles, 21 de abril de 2010

De Hiroshima a Teheran Si el premio Nobel de la Paz cumpliera su ultimátum, sería la tercera vez que su país, el suyo, utilizara el terror nuclear como castigo colectivo contra un pueblo. Nazanín Amirian


Si el premio Nobel de la Paz cumpliera su ultimátum, sería la tercera vez que su país, el suyo, utilizara el terror nuclear como castigo colectivo contra un pueblo. 

Las inexistentes armas de destrucción masiva iraníes que amenazan a la humanidad le sirven a Barack Obama para tomar el mando de la política mundial y, sin dejar de tener a punto miles de cabezas nucleares, presentarse como garante de la paz en una foto histórica con Medvedev. 

Con el objetivo no confesado de hacerse con el monopolio del futuro negocio atómico ahora que llega el fin de la era del petróleo, en una excepcional cumbre planetaria sobre seguridad nuclear, volvía a canalizar todas las miradas hacia Irán, país geoestratégico, ingente reserva de la energía fósil. Así, prepara a la opinión pública para la nueva hazaña bélica y, aplicando su multilateralismo, hace cómplices a otros países en las responsabilidades políticas y éticas que conlleva la tragedia que planea. 
Mientras tanto, en una contracumbre, Ahmadineyad pretende justificar su política de “equilibrio del terror” frente a un Israel peligroso e impunemente nuclearizado. 

Obama, al principio, ofreció un diálogo incondicional al régimen islámico para resolver los conflictos pendientes. Quería ser el primer presidente de EEUU en conseguirlo y, de paso, abrir el mercado iraní a las petroleras estadounidenses, así como atraer su cooperación en Irak y Afganistán. Estaba dispuesto, incluso, a admitirlo en el club nuclear, ofreciéndole a cambio a Israel un “paraguas atómico” para acallarlo. Abandonó dicha política por el rechazo de Teherán y las presiones de los neocon e Israel, país con pretensiones hegemónicas en la región.
 
La teocracia militarista de Irán no toma en serio las amenazas de EEUU, a la vez que sobrevalora su propia capacidad de respuesta en una batalla asimétrica. Si finalmente hay guerra, la abrazará como “una bendición de dios” con la que aplastar la sublevación de los ciudadanos, y como aquel apocalipsis que adelantará la llegada de Mahdí, el Mesías del chiísmo que aparecerá al hundirse el mundo en el caos. 

La seguridad de Irán exige la suspensión inmediata del inútil, arriesgado y costoso plan nuclear. Prometieron alumbrarlo con su energía. Mas sólo se verá un país en llamas.
fuente, vìa:
http://www.kaosenlared.net/noticia/de-hiroshima-a-teheran

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