PELLUHUE, Chile (AP) -- Carlos Mesa esperó a que el suelo dejara de moverse para salir y arrancar en su automóvil antes que el tsunami se llevara su casa y 250 más tras el terremoto de 8,8 grados que asoló el centro-sur chileno.
Anduvo dos días en piyama hasta que rescató unos pantalones vaqueros de los escombros de su casa de concreto, de la que sólo quedan las cuatro paredes de un dormitorio, sin techo.
Mesa, que cumplió 47 años el mismo día del terremoto, dijo a la AP que todavía no sabe cuántos son los muertos y desaparecidos.
El tsunami se llevó entre 200 y 300 casas, la mayoría de concreto. Ahora se puede observar lo que fue el segundo piso de una vivienda, a 200 metros de la playa de Pelluhue -400 kilómetros al sur de Santiago-, una de las localidades costeras más asoladas por el tsunami.
Las arenas negras de esta localidad de 8.000 habitantes están cubiertas por escombros de viviendas, televisores, ropa, lavaplatos, peces muertos y gallinas aplastadas.
Mesa es profesor del liceo de Pelluhue y mostró a la AP el internado de su escuela, en el que a partir del lunes debían dormir unos 720 alumnos. El mar inundó todo el primer piso y dañó las computadoras portátiles que el gobierno entregó a las escuelas más necesitadas.
Ronaldo González, un habitante de la localidad, dijo a la AP que la ola se levantó como una gran pared de entre 10 y 15 metros de altura y penetró unos 600 a 800 metros, asolando la parte baja de Pelluhue. Dijo también que la parte del tsunami penetró por un río que atraviesa Pelluhue y avanzó más de dos kilómetros.
Mesa consideró imposible saber cuántos fueron los muertos y desaparecidos, porque en esta localidad y en la aledaña Curanipe había dos campamentos con centenares de personas que disfrutaban el penúltimo día de las vacaciones veraniegas.
Dijo que el domingo encontraron el cuerpo de una mujer debajo de unos escombros, pero no saben quién es porque no residía en esta localidad. El presume que estaba veraneando en uno de los campamentos.
González agregó que también encontraron el cuerpo de un niño de unos 7 años, así como el de un hombre, los recogieron y dejaron en la calle tapados con plástico. Tampoco los conocen.
Mesa se quejó de que Pelluhue "es una de las localidades menos visitadas" por las autoridades que distribuyen ayuda. Tres días después del terremoto, siguen sin agua y luz. Los pocos comercios que quedaron en pie están cerrados.
El profesor añadió que "no queremos que nos regalen nada, queremos que abran el comercio para comprar lo más necesario".
Mesa dijo que la Armada chilena se equivocó al no alertar sobre la inminencia de un tsunami.
"Se habría podido salvar mucha gente, si la Armada los hubiera alertado para que huyeran", afirmó.
Tanto en Talca, como en Curicó, Curanipe y San Javier, las iglesias son muy antiguas y están muy dañadas, por lo que es un riesgo velar a las personas allí. En Curanipe la iglesia la están usando como morgue.
En ninguno de los pueblos costeros hay dinero en efectivo y ningún comercio acepta tarjetas de crédito. La gente se queda incomunicada porque las baterías de celulares se han agotado.
En Constitución, a 360 kilómetros al sur de Santiago, el tsunami llegó hasta la plaza de armas, matando a muchas personas que estaban reunidas celebrando una fiesta local. Muchas personas vieron cómo las aguas arrasaban automóviles con luces encendidas, lo que los hace presumir que tenían personas dentro.
En Cauquenes, 40 kilómetros al norte de Pelluhue, la situación no es mejor. El terremoto afectó alrededor del 40% de las casas, que son de adobe, y las tejas en el techo de casi todas ellas.
Marco Hernández, un residente, dijo que su abuelo murió aplastado por una pared y lamentó el no poder velarlo. La morgue local no tiene electricidad y agua, por lo que los cadáveres deben ser sepultados rápidamente.
Frente a dos funerarias, la AP vio una fila de personas esperando para comprar un féretro y otra fila en la puerta del cementerio.
En San Javier, a 274 kilómetros al sur de Santiago, como en el resto de las zonas afectadas, las personas disputan por conseguir combustible. Había filas de autos de hasta tres kilómetros para repostar y sólo por 20 dólares como máximo.
Rita Hernández, una habitante del lugar, dijo que los dueños de los pocos comercios abiertos están vendiendo un paquete de velas a 1.500 pesos, cuando normalmente valen 500 pesos. El litro de aceite lo venden a 3.000 pesos cuando suele venderse en 1.000.
© 2010, La Prensa Asociada.
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