El periodista y hasta ayer columnista de la sección El Díscolo, del diario La Nación Domingo, publica para El Periodista su opinión sobre el nuevo Chile gobernado por la derecha, y que fue censurada por la nueva dirección del diario. Mery advierte que, tal cómo se hacía en la época de Pinochet, las nuevas autoridades utilizarán la censura como una forma de control social.
EL PRIMER DÍA DE LA OPOSICIÓN
El 11 de septiembre de 1973 cambió la vida de Chile. Ese día la derecha chilena logró, después de varios intentos, derrocar al gobierno democrático de Salvador Allende. Miles fueron asesinados y desaparecidos, otros ejecutados y los más, tuvieron que sobrevivir a una brutal dictadura dirigida por militares, manipulada por civiles y digitada por EEUU.
Hoy es el primer día de un nuevo gobierno de derecha, más legítimo y democrático que el último. Pero no menos conservador, liberalista, excluyente, clasista y elitista. El modelo de triunfo electoral logrado por los herederos políticos y económicos de Milton Friedman y del General Pinochet, será utilizado como cabeza de playa para debilitar a la izquierda progresista del continente.
Argentina y Brasil tienen comicios presidenciales este año y ya se hace sentir la presencia conservadora de EEUU, quienes a través de odiosas editoriales de sus más importantes medios, dejan sentir el peso de su mano, para debilitar la unidad americana y aislar a su “obsesión”, al Presidente de Venezuela Hugo Chávez.
Los poderosos del mundo miran como un ejemplo el triunfo de uno de los hombres más ricos de Chile. Macri en Argentina es el clon del dueño de Chilevisión. Otra cercanía con los trasandinos, es que la izquierda competirá dividida, con la candidatura de Kirshner y Duhalde. Cometiendo el mismo error que las candidaturas de la Concertación y de la Nueva Mayoría. El efecto Piñera será utilizado para debilitar a los gobiernos progresistas.
Ayer terminó el ciclo político más exitoso de nuestra historia republicana, mientras muere la Concertación comienza el gobierno de la “concentración”, de riquezas, privilegios, exclusión y oportunidades. Estos cuatro años servirán para que la izquierda recupere su identidad, busque un nuevo camino y sobre todo, le pierda el miedo a querer avanzar más rápido para transformar Chile.
No tendremos el dinero, los espacios públicos en los medios, ni el poder empresarial para funcionar como un bloque fiscalizador del nuevo gobierno, cómo sí lo tenía la antigua oposición; pero de nuestra parte tenemos la resilencia, la fuerza de voluntad, la creatividad y la tozudez, para entregar hasta nuestras vidas por las cosas en las que creemos.
En estos cuatro años la derecha chilena debe demostrar su verdadera vocación democrática, pluralista e integradora. El Presidente electo tiene demasiados conflictos y limitaciones para hacer un buen gobierno, por ende dudo que pueda y quiera terminar con los grandes problemas de nuestro país, la segregación económica, la diferencia de clases, la autodefensa de los privilegios y la proliferación de una sociedad de consumo y no de derechos.
En este gobierno aumentará la delincuencia, la pobreza, la elitización de la educación, la monopolización de los medios de comunicación y la exclusión cultural, social y política.
Por ende, la nueva oposición democrática debe ordenarse, ampliar sus horizontes, fiscalizar, ser propositiva, no perder el tiempo defendiendo los gobiernos de la Concertación, no caer en la tentación de victimizar al nuevo presidente y conformar un cronograma refundacional que incluya primarias abiertas y una candidatura única para el 2014.
No existe ninguna figura en la derecha que pueda competir contra los potenciales candidatos presidenciales de la centro izquierda; la ambición insaciable de los conservadores los llevará a la perdición, Lavín, Longueira, Allamand y Lily Pérez son figuras pequeñas comparadas con Marco Enríquez-Ominami, Michelle Bachelet o Ricardo Lagos Weber.
La oposición democrática que hoy nace, debe aprender de sus errores, humanizar su forma de hacer política, desligarse de las contradicciones, volver a las raíces, promover un modelo de gestión eficiente pero muy coherente con los parámetros y principios de la izquierda. Debemos borrar del diccionario del progresismo los “no se puede”, “no debemos” y “no queremos” un país socialista y de izquierda. Nosotros tenemos una visión de mundo y debemos sentirnos orgullosa de ella.
Es el momento de desligarnos de los fácticos de la izquierda, de los millonarios excéntricos que se compran roles políticos, de los lobystas, de los que hacen política basados en el pituto y en la falta de transparencia. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas y tal como el 12 de septiembre de 1973, los libertarios volvemos a ser oposición.
fuente, vìa:
http://www.laalternativa.org/opinion/3279
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