Por: Alejandra Delgado
La sala de visitas de la cárcel de Yungay es pequeña. Como las mesas que la amueblan. Apiñados, familiares y reclusos comparten alimentos, conversan. En el centro, uno de sus inquilinos agradece por el pollo asado que una tía le ha traído. Es Germán Ramos, un estudiante de Educación Física de 23 años que el 5 de septiembre asaltó un banco junto a su primo y se llevó 52 millones de pesos para -según dice- pagar su universidad.
El atraco lo cometió en Cholguán, un pueblo vecino al suyo. Pudo haber sido un gran golpe, pero la candidez con que los primos Ramos actuaron echó todo por la borda. El mismo fiscal que lleva el caso contra Ramos, Mario Lobos, lo cree:
-Tenía todo para ser el robo del siglo, pero se equivocaron porque actuaron con total improvisación. El se ve pacífico. Uno habla con él y no piensa que pudo haber actuado de esa forma. No es un delincuente, pero cometió un robo con intimidación y la mínima pena que arriesga son 5 años y un día.
Con su pelo engominado al limón, Germán llama la atención entre el tumulto carcelario. Viste jeans y una chaqueta negra con franjas blancas. Entre yerba mate, bebidas cola, galletas y cigarrillos, intenta calmar a sus parientes: “Quiero que sepan que estoy arrepentido por lo que hice. Traten de estar tranquilos porque yo voy a salir de aquí”, les dice. Pero su madre llora. Su hermana la acompaña y Germán echa la talla para romper el dramatismo.
Desde que llegó al penal, el 7 de septiembre, pocas veces ha estado tan comunicativo. Pero sobre los detalles del asalto no se pronuncia. Como si fuese un tema de pésimo gusto, nadie se atreve a tocarlo.
Germán fija la mirada en los sucios vidrios que dan a las celdas y, bajando la voz, consulta:
-¿Han sabido algo del Jony?
-Nada, responden los presentes.
-Ojalá que esté bien lejos -dice Germán, deseándole a su primo prófugo mejor suerte que la suya.
La última vez que Germán y Jony Ramos estuvieron juntos, ambos respiraban jadeantes, escondidos entre los bosques de pino que rodean la ruta que conduce a Cabrero en la VIII región. Contaban uno a uno los billetes del botín. No podían creer que tuvieran entre sus manos tanto dinero.
Según declaró ante el Fiscal Lobos, Germán sólo pretendía conseguir un par de millones para pagar las cuotas que tenía atrasadas en la universidad y en tres casas comerciales. Pero se llevaron más de cincuenta millones.
Germán, cuando habla en la cárcel, pareciera no tomarle el peso a su reclusión. Cree que pronto estará de vuelta en clases. Su abogado defensor, Rodrigo Catrifil de la Defensoría Penal, dice que Germán se comporta como el niño que sacó un dulce en una tienda:
-Su alto grado de inmadurez le impide representarse las consecuencias del acto que cometió. El está acusado de robo con intimidación y la pena que enfrenta por este delito es alta, pero él no lo considera -explica.
Ahora, en la cárcel, Germán dice que siempre tuvo claro que necesitaba plata. Y para qué.
-Mi primo acababa de quedar cesante, su mamá estaba con cáncer y yo quería ayudarlo y ayudarme- dice y luego se levanta, va a su celda y regresa con un cuaderno que usa como diario de vida. En la primera página escribió:
-Esta es mi primera noche en la cárcel y no sé por qué me siento tan relajado…
REPROBANDO EN ATRACO
Yungay queda a 80 kilómetros de Chillán. Es tan tranquilo, asegura un taxista, que todavía la gente deja su auto abierto con las llaves puestas. El último hecho policial estridente ocurrió hace 10 años. Buena parte de sus habitantes trabaja en las empresas de madera que están en Cholguán, a 15 minutos de ahí: un pueblo donde, aparte de las madereras sólo hay una calle principal, una villa para los jefes, otra para los trabajadores, un policlínico y una sucursal del Banco de Chile, a la que Ramos y su primo entraron el 5 de septiembre a las 9:30 AM armados con una pistola de juguete y otra de fogueo. Como el lugar estaba lleno de gente a esa hora, regresaron diez minutos después cuando sólo estaban un cliente, el cajero, su jefe y el guardia.
-Redujimos al vigilante y le quitamos su armamento. Yo lo amenacé con una arma de fantasía y el Jony con una de fogueo. Yo le dije al vigilante que abriera la bóveda mientras el Jony calmaba a la gente. Le dije al cajero que me entregara el dinero y lo metí en mi mochila -declaró Ramos ante Carabineros luego de su detención.
La idea de asaltar el banco se había concretado días antes, durante un almuerzo familiar en que coincidieron los primos. Para hacerlo, pensaron, necesitaban un auto. Y planearon robarlo en Yumbel, un pueblo cercano a Cholguán.
Un día antes del atraco los dos fueron a Yumbel. Tomaron un taxi y amenazaron al conductor. El tipo trató de huir, pero Jony lo salió persiguiendo y lo redujo. Lo echaron al maletero, pero el conductor volvió a arrancarse.
-Déjalo que se vaya -le dijo Ramos a su primo, y continuaron su trayecto. Cuando cayó la noche, pararon en Charrúa, el pueblo donde viven los padres de Ramos. Escondidos en la oscuridad, “nos fumamos unos cigarros, dormimos y cuando despertamos a eso de las 4 y media de la mañana salimos a Cholguán”.
El asalto al banco -mal planificado y todo- salió casi sin problemas. El guardia del banco recuerda que Ramos en ningún momento fue violento con él. Los vio irse con el dinero, en un taxi. Los dos andaban a rostro descubierto. La cámara de seguridad del banco los grabó generosamente.
El escape no fue fácil. Mientras huían, relata Ramos, un vehículo policial se les atravesó en la ruta. Tres carabineros se bajaron y comenzaron a dispararles.
-Yo lo traté de esquivar por un costado, pero lo choqué. Fue como en las películas. Aceleré y arrancamos a 180 por hora. Continuamos y dejamos el vehículo abandonado en un sector de la ruta 5 sur. Llegamos a Charrúa. Ahí nos quedamos en la casa de la polola de mi primo. En la madrugada, yo salí al cruce y tomé un bus hacia Concepción -cuenta Germán, como si se tratara de un guión cinematográfico.
Para evitar los controles policiales en los peajes, Ramos decidió bajarse 30 kilómetros antes de Concepción y caminar. Cuando llegó a la pensión donde vivía, en el centro de la ciudad, estaba sucio y exhausto. Se bañó. Luego, se sentó en su cama, repasó unos segundos lo sucedido, sacó el último par de calcetines limpios que tenía guardados en una caja de zapatos y pensó que ése era el mejor lugar para esconder la plata. Metió los billetes que traía en la mochila en la caja y después la dejó en el ropero.
Segundos más tarde, el cansancio lo rindió.
Cuando la policía llegó a detenerlo al día siguiente, Germán todavía estaba en su habitación durmiendo.
Los otros estudiantes de la pensión presenciaron el arresto. Dicen que Germán era callado, que no lo conocían mucho, que había llegado a la casa hace poco. Uno de ellos recuerda:
-Yo estaba viendo tele aquí en el living con unos compañeros cuando llegó Carabineros. Nos obligaron a tirarnos al suelo. Nadie entendía nada porque nunca había pasado algo así en la pensión. Quedamos impactados. Preguntaron cuál era la pieza de Germán y nosotros se la mostramos. Él no opuso resistencia. Salió con la cara en alto.
Ahora, en la cárcel, Germán confiesa que en ese segundo deseó matarse.
LIBRETA DE NOTAS
El día que Germán llegó a la cárcel, todo Yungay salió a las calles a mirar el acontecimiento. Cuando lo bajaron del carro policial en que lo llevaban, iba dolido.
Entre los que miraban al estudiante detenido, estaba Luis Ramos, su padre. Hoy, sentado en su casa de Charrúa, con los ojos llorosos condena a su hijo:
-El me traicionó.
Su esposa, Justina Troncoso, baja la mirada. Agrega:
-El repudiaba la delincuencia, no sé cómo pudo hacer algo así, seguramente lo drogaron para que hiciera eso.
En el pueblo de no más de 500 habitantes todos están consternados. La señora Chela es vecina de los Ramos Troncoso, y cuenta que su hija fue al colegio con “Ramito”.
-Era buen amigo, educado, nosotros lo vimos crecer, son las malas juntas de la ciudad que le han metido cosas en la cabeza. Siento tanta pena por él –dice.
Luis asegura que su hijo era empeñoso, que cuando iba los fines de semana a la casa les ayudaba a atender el almacén. Que era amable con los ancianos y los niños.
-Lo que se llama un caballero -corrobora Hugo Vera, director de la Escuela E 1.104 de Charrúa donde estudió Germán. Vera toma la fotografía enmarcada donde aparece con Ramos y su curso.
-Fue un buen alumno, yo diría excelente. Nunca tuvimos un problema con él. Jamás tuvimos que llamar a sus apoderados, Por eso el día que apareció por aquí Carabineros buscándolo con una fotografía yo pensé que debía haber un error –dice, y enseña el libro de registro del año 1996 cuando Germán egresó de Octavo básico con nota 6,6.
Años después, Germán Ramos se recibió de contador en un liceo comercial en Los Ángeles. Luego de eso tuvo trabajos esporádicos. El año pasado instaló un negocio de fotografía digital en Cabrero, pero fracasó.
-Ahí adquirió deudas en casas comerciales que lo tenían angustiado. En Concepción estaba solo, él me manifestó que había tratado de conversar con unos profesores, pero no lo escucharon. Quería desahogarse. No teniendo a nadie en quien confiar, se vio asediado y tomó una decisión absolutamente equivocada –dijo a The Clinic su abogado, Rodrigo Catrifil.
“Uno habla con él y no piensa que pudo haber actuado de esa forma. No es un delincuente común, pero cometió un delito grave”, dice el fiscal Lobos.
CONDICIONAL CASI REPITENTE
Antes de que su prima se vaya de la visita carcelaria, Germán le pide que le traiga unos discos de “Pantera” o cualquiera cosa menos Reggaetón. No quiere pensar en las fiestas que se está perdiendo mientras está preso. En eso entra su polola, una chica delgada y guapa que viste de negro. Le sonríe. La abraza. La besa. La invita a sentarse junto al grupo mientras conversamos en otra mesa. Ramos dice que muchos de sus compañeros de prisión también son jóvenes. Entonces, dice, no puede ser coincidencia: “allá afuera no tenemos oportunidades”.
-Tú estabas estudiando en la universidad.
-Sí, pero aunque estudie siempre voy a ser el mismo joven pobre de un pueblo que nadie conoce. Los puestos de trabajo se reparten entre los mismos. Yo he entregado miles de curriculums en el último tiempo y nadie me llama.
-¿Por eso asaltaste un banco?
-¿Tú qué crees?
-¿Pensaste en otra solución?
-Hacerme prostituto. Jajaja. No, siempre pensé en eso porque asaltar un banco es muy fácil. Todo el mundo sabe que en Cholguán no hay carabineros y que en esa sucursal se mueve dinero, sobre todo en septiembre, por los aguinaldos y esas cosas.
-Pero las cámaras te grabaron, ¿no pensaste en eso?
-¿Para qué me iba a encapuchar si cuando saliéramos del banco todos iban a saber lo que hicimos? Siempre supe que nos iban a pillar.
-Entonces ¿porqué no huiste?
-Por amor a mi mujer y a mis padres. Quise ayudar a mi familia y a mí mismo, pero no pude. Yo quiero que ellos sientan que estoy feliz.
-¿Y lo estás?
-En las noches uno piensa muchas cosas. A veces lloro, creo que el futuro es un caos. Somos un país pobre con fachada de rico y los jóvenes necesitamos oportunidades de trabajo, no máscaras. No tenemos voz ni voto. ¿Se han preguntado cuántos empleos se podrían generar con la plata que pagan los políticos en sus campañas y las coimas que se le pagan a los personeros del estado? Si dejaran de darle tanto dinero a la policía para que cuiden a los poderosos, tal vez las cosas serían de otra manera.
Antes que se acabe la hora de visita Germán quiere compartir los minutos finales con su familia, sus compañeros de universidad y su polola. Se sienta entre todos, prende un cigarro y les dice:
-¿Saben algo? Aquí en la cárcel me devolvieron mi identidad. No soy un prófugo. Soy Germán Ramos. Y nunca antes me había sentido tan libre.

Fuente, vìa :
http://www.theclinic.cl/2011/07/10/el-universitario-que-asalto-un-banco-para-pagar-sus-deudas/