Las normativas del Codex
Alimentarius mantienen al ser humano al límite de su nutrición. Si
consideramos que vivimos en condiciones complejas en términos
ambientales (contaminación, virus, enfermedades) y que nuestros
alimentos poseen inumerables toxinas (colorantes, saborizantes,
hormonas), comprenderemos que este código internacional es una amenaza a
la vida de la población.
El Codex Alimentarius, que en latín
significa Código de Alimentación, son normas de aplicación global que
regulan el manejo y seguridad de los alimentos. Sus medidas impactan a
la población, ya que una buena condición nutricional es un aspecto de
primer orden que nos protege de las enfermedades.
En Chile, la Comisión Nacional del Codex
Alimentarius la preside Claudia Carbonell, miembro de
la Dirección Económica del Ministerio de Relaciones Exteriores, y la
integran expertos de la Secretaría General de la Presidencia, y de los
ministerios de Economía, Hacienda, Agricultura y Salud.
La gran cantidad de recursos económicos y
humanos a disposición del Codex, reflejan su importancia no sólo para
las naciones, sino que también para las empresas farmacéuticas. Ronald
Modra -nutricionista y director del periódico Guardián de la
Salud-, señala que IG Farben -empresa fabricante del
gas utilizado por la Alemania nazi, está en el origen de la normativa.
“Cuando llegué a Chile, mostré fotografías e historia de cómo esta
fábrica introdujo muchas de las ideas que el Codex usa”, aseguró.
Eso lo niega Jaime Cornejo,
de Nutrición y Alimentos del Ministerio de Salud -a quien El
Ciudadano sólo pudo acceder por correo electrónico, por
política de Relaciones Públicas del Ministerio, luego de casi tres meses
de insistencia-, dice que “la industria farmacéutica no participa de
esta normativa, puesto que como su nombre lo indica, tiene relación con
los alimentos y no con los fármacos”.
Sin embargo, Modra asegura que participó
en una reunión en el Minsal, donde estaba el presidente de la
Asociación Farmacéutica, “quien me contó cómo se involucraba y
aconsejaba al Ministerio de Salud”, declaró.
LA PRESION CODEX-OMC
El Codex tendría como finalidad “la
protección de la salud pública por medio de la seguridad de los
alimentos y facilitar el comercio internacional de los mismos”, señala
el médico Eduardo Álvarez, de la Organización
Panamericana de la Salud-Chile (OPS).
Para la FAO, este código alimentario
sería un beneficio para las naciones porque garantiza la calidad de los
alimentos; y puede evitar reclamaciones ante la Organización Mundial del
Comercio (OMC); pues las normas y recomendaciones del Codex son la
referencia para este organismo en materia de calidad y seguridad
alimentaria.
“Las recomendaciones del Codex
Alimentarius y su aplicación son utilizadas por la OMC para solucionar
las controversias que le puedan ser presentadas”, explica Maya
Piñeiro, Oficial Principal de Inocuidad y Calidad de los
Alimentos de la FAO para Latinoamérica y el Caribe.
Sin embargo, el Codex pretendería
presionar a los países con la amenaza de sanciones económicas ya que los
estándares son inminentemente obligatorios para las naciones miembros
de la OMC. “Si los países no cumplen con estas normas, sufrirán la
aplicación de enormes sanciones comerciales”, afirma el Ph. D.
australiano Gregory Damato, quien ha denunciado esta
situación en numerosas publicaciones.
Quienes se oponen al Codex, afirman que
la OMC sirve como instrumento de las corporaciones transnacionales y de
los gobiernos ricos para impulsar e imponer un conjunto cada vez más
amplio de políticas en el ámbito mundial que permiten una mayor
penetración extranjera a recursos nacionales estratégicos, y mayor
control de las economías nacionales.
Las políticas de ajuste estructural
promovidas por los organismos financieros multilaterales como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) debilitaron la
intervención de los estados nacionales en la agricultura, según explica Fernando
Bejarano de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas
en México (Rapam).
CARNE QUE ENFERMA
Los críticos señalan que el Codex
promueve estándares nocivos para la salud humana. Una de estas prácticas
es el uso de hormonas y antibióticos en animales de consumo humano.
“Los pollos son tratados con hormonas, así demoran tres meses en
completar su crecimiento en lugar de los nueve que tardan normalmente”,
advierte el doctor Rodrigo Alcázar, médico de la
clínica de medicina integrativa, Bioquantum.
No obstante, Jaime Cornejo del Minsal,
dice que las hormonas y antibióticos se aprueban luego de una evaluación
intensa de los riesgos para la salud de los consumidores. “Se evalúa
cada sustancia, sus características de peligro y eventual daño potencial
de su consumo. De modo que la cantidad sugerida en la norma, sea segura
para una persona, aunque la consuma toda su vida”, sostuvo.
Lo extraño es que haya obligación de
usar antibióticos en todos los animales de consumo humano y aflatoxina
en leche y cereales que es un fuerte cancerígeno. El doctor Alcázar
afirma que el Ministerio de Agricultura, a través de los Límites Máximos
de Residuos (LMR), “permite el uso de hormonas, que mantienen en forma
artificial la producción de leche, y en los pollos se utilizan
estrógenos -hormonas femeninas-, para que crezcan más rápido”.
Al someterlos a estos químicos, las aves
se llenan de líquido; “al tratar de diluir estos compuestos venenosos
concentrados, el cuerpo se hincha; si uno hace exámenes de sangre,
encontrará diferentes químicos; algunos llevan circulando por muchos
meses o años, nadie puede decir cuál es el daño total”, explicó Ronald
Modra.
No todas las hormonas se metabolizan, ya
que la parte de lo que el animal rechazó, continúa circulando en el
sistema sanguíneo o se almacena en los órganos. A los seres humanos nos
llega la peor parte; “la hormona que hace que el sistema metabólico de
un animal se vuelva más activo no es apropiada para un ser humano. Es
una sobredosis de hormonas para nuestro organismo”, advierte el
especialista.
En 1989 se publicó un artículo en el New
York Times, firmado por el Centro Veterinario de Estados
Unidos, que explica que los animales tratados con antibióticos y
hormonas son nocivos para la salud humana. “Mal utilizadas las hormonas
esteroidales pueden producir cáncer, infertilidad, cambios en la
inmunidad y alteraciones de la conducta”, comenta la nutricionista y
dietoterapeuta Dangella Romero.
El reglamento que instaura los LMR
publicado en 1999, fija estándares de medicamentos veterinarios de
consumo humano. Por eso es importante respetar el tiempo entre la
incorporación de un medicamento y la faena del animal. “Si se enferma la
vaca y recibe penicilina con benzatina, y al otro día a ese animal le
sacan leche y la consume un niño, éste generará resistencia al
medicamento y no actuará al enfermarse”, afirma la nutricionista Romero.
MODIFICACIÓN GENÉTICA
De acuerdo al Instituto Nacional de
Tecnología de los Alimentos (Inta), un transgénico es aquel obtenido a
partir de un organismo modificado por ingeniería genética. Es decir, al
cual le incorporan genes de otras especies para producir una
característica deseada. Por ejemplo, toman los genes de un pescado que
le permiten resistir el frío y lo incorporan a un tomate.
A pesar de la preocupación que
manifiestan por la salud y seguridad alimentaria quienes promueven el
Codex Alimentarius en Chile, está permitido vender alimentos
genéticamente modificados sin la debida rotulación. Además, en el
Parlamento se encuentra una ley de Obtentores Agrícolas (ver reportaje
aparte) que liberaría la producción de transgénicos en Chile y
establecería la facultad de apropiación de las semillas, permitiendo
patentarlas.
Pero el rotulado es imprescindible. El
Minsal, el año 2000 (Decreto N° 239), estableció el etiquetado
obligatorio. La normativa señala que los transgénicos que contengan
algún aditivo o ingrediente de esa naturaleza, deberán señalar esa
condición en la etiqueta. Eso, “hasta la fecha, no ha sido publicado,
debido a presiones económicas”, afirmó la nutricionista de la Clínica
Bersant, Ana María Vidaurre.
Las prácticas en esta área fueron
denunciadas por Ute Sprenger, consultora alemana en temas de
biodiversidad y bioseguridad, en un trabajo publicado por la Red de
Acción en Plaguicidas-Costa Rica (RAP-AL). Asegura que Chile, y países
como Costa Rica, Uruguay o Sudáfrica, “son utilizados hace muchos años
por la industria y la investigación para la reproducción y como campo de
experimentación en cultivos transgénicos”.
En 1991 se sembraron 0,04 hectáreas de
soya transgénica en suelo costarricense, la cual es resistente al
herbicida de amplio espectro llamado glifosato -un agrotóxico básico en
esa industria-, que la compañía estadounidense Monsanto introdujo
luego de la siembra experimental en Estados Unidos y después
comercializó con el nombre de Roundup Ready.
El glifosato produce malformaciones
neuronales, intestinales y cardíacas, según un estudio del Laboratorio
de Embriología Molecular de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
“Concentraciones ínfimas de glifosato, respecto a las usadas en
agricultura, son capaces de producir efectos negativos en la morfología
del embrión”, señala.
Además, los transgénicos “sus genes, es
decir, sus proteínas, son modificadas sin control total, lo que se ha
demostrado puede provocar reacciones alérgicas”, explica la
nutricionista Vidaurre.
La política establecida por el Codex en
esta materia dista mucho de brindar seguridad alimenticia y salud a las
personas. Es un peligro la diseminación de los transgénicos cada vez más
acelerada durante los últimos años. “La modificación transgénica no
tiene criterios que permitan resguardar la salud”, sentencia la
nutricionista Dangella Romero.
ALIMENTOS Y SALUD
Existe controversia porque el Codex
considera algunos alimentos como toxinas y prohíbe utilizarlos para
brindar salud. Para Maya Piñeiro, representante de la FAO, “las
directrices para complementos alimentarios de vitaminas y/o minerales
aprobadas en 2005, no contienen disposición alguna sobre la prescripción
o prohibición de complementos de nutrientes; ni referencia alguna a las
hierbas medicinales o los remedios naturales”.
Sin embargo, según confirma Dangella
Romero, “en 1994 el Codex declaró que los alimentos eran tóxicos, que
cada vaca debía ser tratada genéticamente con una hormona recombinante
del crecimiento, propiedad de Monsanto, cada animal usado como alimento
debe ser tratado con antibióticos subclínicos y con hormonas exógenas de
crecimiento”.
Según Ronald Modra, el Codex recomienda
30 ml. de vitamina C; pero esa cantidad te mantiene sobreviviendo. Según
el especialista, están buscando mínimos niveles, pero no vivimos en un
ambiente que requiera esos índices. “Todos estamos más enfermos porque
no tenemos suficiente nutrición, ¿Cuál es el motivo para mantener esta
situación?”
Ellos tienen una teoría: Que las
vitaminas son más tóxicas que los químicos. Sin embargo, no hay registro
de efectos negativos de vitaminas, “pero –extrañamente- ellos utilizan
vitaminas sintéticas en sus pruebas, y son hechas básicamente de
productos petroquímicos. Por lo tanto, sus conclusiones se basan en
estos productos derivados que, por supuesto, no son beneficiosos”,
explica Modra.
Asimismo, si analizamos la calidad de
los alimentos nos encontramos con la modificación genética de las
semillas, el agua intervenida con flúor (elemento venenoso).“Con el
monocultivo (plantación de una sola especie), hemos perdido un 97% de
variedad de especies alimenticias, con ello, un sin número de vitaminas,
minerales, fitonutrientes y enzimas protectores y potenciadoras de
nuestra salud”, según la nutricionista Romero.
De acuerdo al análisis de la experta,
las consecuencias de las políticas implementadas por el Codex, es un
desgaste orgánico, una sobrecarga para los órganos depuradores -hígado,
riñón, pulmón, piel, sistema linfático- “y podemos ver los perjuicios en
el aumento en las enfermedades crónicas no trasmisibles: una corta y
mala calidad de vida”.
El agua pública contiene significativas
cantidades de arsénico, plomo, triamonio. La Administración de Alimentos
y Fármacos de Estados Unidos (FDA) publicó en el año 1992 los posibles
efectos del consumo de edulcorantes como el aspartamo. Consumimos gran
cantidad de aditivos considerados riesgosos o cancerígenos para la salud
(ver reportaje aparte); la OMS calcula que un niño de 12 años de
Estados Unidos ya ha consumido dos kilos de colorantes en su vida.
CONSECUENCIAS
En el marco de la normativa del Codex,
habría una gran presión internacional. El director de El
Guardián de la Salud, Ronald Modra, cuenta que se acercó
insistentemente a las autoridades de los gobiernos de la Concertación
sin resultados: “Fui a hablar con el Subsecretario de Salud de Eduardo
Frei, y le dije, no puedo entender por qué Chile está siendo
influenciado por extranjeros. Y este hombre me dijo ´las Naciones Unidas
han puesto mucha presión sobre nosotros`”, asegura el nutricionista.
Dice que conversó con la autoridad de
salud durante el gobierno de Ricardo Lagos, pero no fue
escuchado. “En esa ocasión, nos acompañó Manuel Baquedano,
del Instituto de Ecología Política, quien dijo ´yo sé que cuando uno
obtiene un préstamo, hay ciertos casilleros que uno tiene que rellenar, y
esa es presión sobre uno. Y una condición es si has implementado este
nuevo reglamento, que es el Codex`, aseguró expresó el ecologista.
Esta situación, que ocurre en todo el
mundo, cobra mayores ribetes de gravedad al entender que la desnutrición
puede impactar gravemente en la disminución de la población, dando
cabida a enfermedades y epidemias. La doctora Rima Laibow,
directora médica de Natural Solutions Fundations Alert, advirtió que
“según las propias estadísticas de la FAO-OMS, sobre las predicciones
epidemiológicas en relación a la carencia de vitaminas y minerales de la
población, podría haber tres mil millones de muertos”.
Este panorama, se estaría haciendo
realidad, desde que comenzó al implementación global del Codex el 21 de
diciembre de 2009, “con mil millones de muertos de hambre y dos mil
millones por enfermedades evitables por una nutrición deficiente”,
explica Laibow.
La especialista concluye que este número
de muertes es simplemente porque “según las grandes corporaciones,
estos seres humanos no estarán capacitados económicamente para
sustentarse, y sólo vivirán las personas que tengan la capacidad de
disponer de comida limpia y nutrientes”, explica (sobre esta hipótesis, ver entrevista a Miguel D’ Escoto, ex presidente de
la Asamblea General de la ONU).
Finalmente, según Modra, llegamos a la
etapa donde la persona promedio vive al límite de lo que el sistema
inmunológico puede soportar de acuerdo al medio ambiente. Expresó que
sólo habría que agregar un poco de aditivos a los alimentos y veríamos
un gran porcentaje de población colapsar. Sin embargo, cree que la raza
humana “tiene que tener algo increíble, ya que con la cantidad de veneno
que comemos, deberíamos estar obsoletos hace años. Tenemos algo
especial”, concluyó.Fuente, vìa :
franciscoluna@elciudadano.cl
El Ciudadano
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